La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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sábado, 31 de diciembre de 2016

No hay en los astros verdades ocultas









No hay en los astros verdades ocultas
como tampoco el crepúsculo se ha llevado tus respuestas.
A veces creo adivinar en tu silencio
un reguero de incertidumbre que te asola
y te siento respirar tan cerca
que tarareo contigo una canción que no se llevó el olvido.
Cruzo el puente, no me da miedo el resto de la noche
ni acostarme contigo, ni acariciarte, ni hacernos el amor,
tal vez tu cuerpo tiene para mí ciertas razones
que todavía me hacen palidecer
cuando al recorrerte
siento de nuevo
lo que no se llevó el invierno.



f.






viernes, 30 de diciembre de 2016

Llego de dentro












Llego de dentro,
de mi misma tierra,
roja arcilla abonada por la lluvia.
Soy la raíz de todo mi pasado
y ando despacio por este día,
zigzagueado en los meandros,
rebuscando la esperanza
con mi propio silencio,
con mi propia soledad...
respirando y contemplando crecer al invierno.



f.







Busco entre la intersección costal izquierda











Busco entre la intersección costal izquierda
un latido que me haga derrumbarme,
ese dolor que trae sin saber por qué el amanecer.
Mis lágrimas apenas tienen el valor de lo inabarcable,
un llanto de ira, un imán donde dejar tañer una campana.
En medio del frío, las horas caen con su color violeta
y mis manos apenas sostienen una rama
con la que borrar mis huellas en la tierra...
Paso despacio, sin ruido,
quiero ser sombra en la sombra,
palabra oculta, el resto de una promesa rota.




f.





Fulgor y fuego en el atardecer













Fulgor y fuego en el atardecer.
Una coraza de lumbre
que enciende lo que queda desnudo.

Mi corazón no olvida.



f.









jueves, 29 de diciembre de 2016

Yo anduve por Venecia cuando tú la soñabas








Yo anduve por Venecia cuando tú la soñabas
y sentías lejano el dolor de la ausencia.
En las encrucijadas,
quedaron mis pasos, esperándote
tras las viejas canciones
y espiando la mirada inquietante de un nuevo silencio
que iba creciendo como la mansedumbre de los gatos.
Pisé el mármol blanco desgastado y húmedo,
contra las olas de los que partían
se mojaban sin piedad mis zapatos,
y debajo de los oscuros porches de las tiendas del vidrio,
o en cualquier plaza tranquila con sabor de amaranto,
ardía, en el aire del verano,
el sendero abierto por un violín estremecido.



f.



Nunca fui un resorte ávido en tu boca







Nunca fui un resorte ávido en tu boca,
si acaso entretuve a tus labios en pronunciarme
en noches de alcohol y soledad
cuando tus besos
eran símbolo tan efímero como la lluvia.
Es posible que tengas aún guardado en la memoria
ciertos aromas, ciertas caricias,
aquella humedad que yo te daba.
Seguro que nada
que una buena botella de ginebra
no te haga olvidar.



f.






La labor está hecha







La labor está hecha:
el campo de batalla fue abonado por el fuego.
No siento al viento pronunciar ningún nombre,
no reconozco la humedad del mar en sus vocablos
porque todas las sílabas predicen los días de máscaras
y traen junto a las cenizas la ofrenda de los verbos.
Permitidme una lágrima,
vosotros que guardáis el silencio en el corazón,
una sola lágrima que deshaga la noche
y tenga yo, en su incesante lluvia, un descanso,
agua que me empape hasta el tuétano
y moje mis párpados cerrados
mientras escribo en la arena
las pocas verdades que sé,
las que ha de borrar la próxima marea.



f.



Hoy he sentido las huellas del alumbre










Hoy he sentido las huellas del alumbre,
el centeno pisado por las noches,
un huir de lobos, la holgura prendida a las entrañas.

Casi siempre somos la soledad
o la textura del vuelo de un pájaro cuando busca el horizonte,
esos ríos mansos que se desperezan en la bruma del amanecer,
la certeza que da la oscuridad cuando cae sobre ti un escalofrío.

Nada quedará salvo cuatro versos en medio del bosque,
una luz que si sabes verla te ha de dejar sin respiración.



f.






miércoles, 28 de diciembre de 2016

Prescindo de la felicidad.










Prescindo de la felicidad.
Prefiero dirimir mi querencia contra las tablas de la ley
que ser el fiel reflejo, la sombra cálida de un poste de madera
que sostiene un alambre de espino metálico.
Este dolor sin nombre que siento al respirar
no me deja vivir en paz,
solo me permite conservar mi silencio,
contemplar las horas,
ahogar la quera de la noche
con lo agotador de ser mi propio vigilante.




f.






Me asombro ante el cuchillo de la tregua












Me asombro ante el cuchillo de la tregua,
lo perpetuo que se abandona en la largura de la bruma,
en la constante y húmeda llegada del invierno.

Recojo los vestigios de lo que no fue y los restos probables de los sueños,
hay demasiada verdad entre mis manos,
en los signos inequívocos de vida que dejaste en ellas.

Fuiste sembrando la noche con tus dedos.
Recuerdo la línea de pasos,
el sonido de los dos en la avenida,
la soledad andando tras el eco de nuestras huellas,
la laboriosa cuenta de pecados
que tú y yo queríamos cometer
en el primer zaguán a oscuras que encontramos,
cuando tu boca era un semillero de promesas
y mi lengua buscaba a ciegas tu corazón.






f.



Ya no hay cabinas que nos guarden el rumor de las voces







Ya no hay cabinas que nos guarden el rumor de las voces.
Sin monedas para descubrirnos
la noche esta tasada por la perdición.
Quiébrame ahora con el cuero de tu cuerpo.
Asciende por mí,
escribe con las uñas en mi piel
tu nuevo número de móvil.



f.




Creo en la certeza de la espada










Creo en la certeza de la espada,
un oráculo que saja toda melodía.
Ahora que la noche trae el invierno hasta mi boca,
voy a encender las lámparas que deshacen las sombras,
aunque el sonido del silencio se haga ensordecedor...
voy a seguir soportando todos los golpes.






f.



Lo inolvidable cruza como una estela el cielo












Lo inolvidable cruza como una estela el cielo.
Se ha ido la niebla y su herrumbre,
como la humedad que lleva
para desarmar todas las palabras.

No sé dónde están hoy las respuestas,
no me preguntéis como si fuera un hechicero,
miro al cielo oscuro,
encapotado de nubes,
no veo más que mi propio miedo.
Amenaza la lluvia y el viento en la noche...
tal vez sea lo mejor quedarse en silencio
y amasar esta permanente desazón
escuchando caer la lluvia.

Una manera solitaria de redimirse...






f.




Cada día la palabra me trae nuevas enseñanzas







Cada día la palabra me trae nuevas enseñanzas,
raíces ocultas que nunca me esperaba.
Intento combatir lo zafio,
algo tan usado como el drama,
aunque soy apresurado en la escritura
y mi espíritu contiene demasiados verbos,
muchos sitios comunes,
que sostengo en el aire
cerrando los ojos y guardando silencio.
Quisiera dejarme un tiempo entre verso y verso,
no pronunciar lo impronunciable
aunque la muerte sea tan fecunda
como lo suele ser la vida.
Siembro mi soledad de luz y de sombras,
nunca olvido aquello que me duele
y aunque la felicidad, dicen,
es un caballo que galopa en el cielo,
yo solo veo nubes,
que traen, cuando menos te lo esperas, días de lluvia.



f.



martes, 27 de diciembre de 2016

¡Qué lejos nos deja el silencio!







¡Qué lejos nos deja el silencio!
La branza de la noche cruza el aire...
escucha...ahondar en nosotros
los pasos húmedos del atardecer.
Morir así, en tus brazos,
con un abandono de todos los principios,
sosteniendo en mi voz tu nombre,
un gemido profundo de aguardiente,
y siempre viviendo en el viento,
como una veleta,
temiendo tu olvido.



f.




Camino por senderos metálicos












Camino por senderos metálicos,
escaleras que ahondan en mi interior
porque nunca puedo dejar de ser un edificio
derrumbándome
sobre un verso indefinido.

Cae sobre mí el cielo.
La noche turbada
entre las sílabas
que deshacen el silencio.

Hay en la oscuridad una mirada triste,
un reflejo de lluvia que siempre llega,
la caída insoportable de la niebla.

Tal vez me quede para siempre
absorto en la expresión de un anuncio,
contemplando pasar a mi alrededor
un pequeño mundo de sombras.

Lo que nadie sabe resguardar
es la parte que habla
de uno mismo sin tú saberlo.



f.










Después de todo...










En el papel de la pared siempre era primavera.

Gabriela Wiener




Después de todo, nunca las palabras son del viento,
son barro que moldea el día con su hiriente quehacer de invierno.
Ahora contemplar cada rincón de una casa vacía es mirarte adentro,
buscar entre los gestos todos los motivos,
todo un baile de silencios que habita cada estancia,
escuchar los últimos gemidos,
lo impronunciable.

Siento cada golpe. Lo recibo. Callo.
Tal vez soy lo ausente, lo lejano,
lo que quizás no tiene la menor importancia.




f.



Y ahora pronúnciame...







Y ahora pronúnciame, como solo se pronuncia lo oscuro,
lo que maneja el otro lado de las cosas imposibles,
aunque seamos tú y yo nada más que un logo,
un nombre anónimo en mitad de la nada.



f.




Hay un llanto...











Hay un llanto, un gemido, lo milenario de sabernos solos,
mientras el mundo gira solitario entre astros lejanos y silenciosos.

Igual que son tus pasos son los míos,
aunque yo sienta esta dureza del aire,
la caída sobre mí de todo lo que temo,
esquirlas diminutas de sílex que lentamente me quiebran.

Uno apenas sabe nada de este virus,
una enfermedad que solo te tiene para darte parte de su soledad.
No se extirpa el corazón que respira en silencio,
ni se trasplanta por otro...
sigues viviendo con la extraña sensación
de que nada de lo que te rodea es ajeno a ti,
aunque en verdad todo tenga la distancia de lo imposible.




f.







A veces las palabras toman su camino...







A veces las palabras toman su camino, se te escapan de las manos cuando están viviendo en el aire y solo son pavesas de un pensamiento herido por el rayo...
Se me fue el poema engarzado a los pájaros que vuelan desde el corazón...solo yo pude sentirlo y quedó su aroma de flores cortadas, su voz queda de carcoma, su corte de escalpelo, su huida desvanecida entre la bruma.




f.


lunes, 26 de diciembre de 2016

Crece la sombra y todos la llamamos noche






Crece la sombra y todos la llamamos noche
como si la tarde no tuviera un cuerpo donde desperezarse.
No perdonamos, nunca dejamos que el viento se haga solo de aire,
ha de llevar la simiente roja de cada pensamiento,
el quehacer de la ira, el deseo,
la muerte como una mano sin lumbre.
Desaparece el fulgor y la tormenta,
deja solo, como la nieve entre las flores,
el perdón sin nombre,
unas copas de aguardiente de más,
la dulce esperanza del sueño.
Cogeré un taxi al anochecer,
escucharé las pocas frases que me unen con la vida,
las que forman raíces que cada hombre trae de su niñez,
agua removida por la palabra y el recuerdo,
pero nada tan trascendente que me haga deshacer los nudos del tiempo,
aunque ya no tenga grandes cosas que decir
y sea tan oscuro como lo va a ser una noche de luna nueva,
mi silencio tiene el mismo precio que cada uno de mis poemas.




f.






Hablar y que tu voz se confunda











Hablar y que tu voz se confunda
con la lenta forma que tiene de arder un olivo.

Quebrar las ramas que forman la luz
y ser de nuevo un pájaro silvestre.

Ser del silencio el bronce que tañe,
la huella que se quema.

Caer sobre la noche: ser la noche.




f.







No he encontrado el silencio...








"Entre pedazos de palabras
y caricias en ruinas,
encontré algunas formas que volvían de la muerte".

R. Juarroz


No he encontrado el silencio, solo su huella,
un murmullo que viaja en el viento oscuro y negro de la noche.
Mis manos se pierden en rincones de hambre,
no vivo más allá de estas horas anónimas.

¡Qué difícil se vuelve respirar en medio del páramo!

Hay en mi costado izquierdo un ábaco con cuentas moradas,
unas rosas caídas ante mis pies descalzos,
cierta verdad en lo que contemplo.

Me he desnudado en la noche,
me impregno de ese tinte de lumbre
en el que la distancia te disuelve...

Es cierto que toda muerte deja sus secuelas,
hasta para los que volvemos desde su lejanía
y nos ha rozado su guadaña...
dejándonos para siempre
el aroma metálico de su presencia.



f.



Marco el suelo y los muros










Marco el suelo y los muros
con sílabas que me hacen enmudecer
mientras escucho una canción
que me recuerda a París,
aunque sin embargo
no logro escribir unos versos
que me traigan Rayuela a la memoria
salvo aquellos que hablan del frío, del tiempo, del cariño...
Algo parecido a morir muy cerca del amanecer,
de un desierto, de un muelle vacío.
Allí, donde la luz se ha vuelto agua,
sin formas, sin valores que tengan un nombre.

Mis manos apenas saben construir
más que una arquitectura de naipes y de sueños,
cuando este verano de viento
trae debajo de sus alas un incendio,
ciertas tormentas,
el deshacerse en aguaceros y silencio,
mucho silencio.

Voy bebiendo la noche, su oscuridad,
me desarmo ante los pasos de la luna,
sus gestos de lumbre, cierta brasa, la ceniza,
nudos que quedan en mi cuerpo,
las huellas de la humedad,
la cadencia de la distancia.

Las sumas y los restos quedan en la sombra,
dibujo un corazón en el vaho de los cristales,
dejo cortados todos los quehaceres innombrables
cuando este sabor a hierro se ahoga en mi saliva
y ha de ser la fuente de las palabras,
lo impreciso que me deja respirar
cuando todo lo que me rodea se derrumba.




f.






domingo, 25 de diciembre de 2016

La oscuridad de la media tarde...












La oscuridad de la media tarde, las nubes metálicas con herrumbre de sal, las calles desiertas pobladas de preguntas, las miradas perdidas en lejanos puentes, la mesa como un jardín abandonado después de la tormenta, el aroma del café y su silencio, cierta dulzura todavía en la boca, los peldaños que conducen al cielo, la urdimbre del laberinto, la ceniza de la juventud, una vez y otra el principio donde unido a la tierra esta branza de signos y letras sujeta mis manos...




f.





No voy a hablarte de hacer las cosas fáciles





No voy a hablarte de hacer las cosas fáciles,
eso queda para los que detrás de un reloj solo ven horas que pasan,
yo solo sé alargar las líneas que queman hasta acercarlas a tu boca
o dejar que las nubes sean las primeras palabras que te aniden.
Nada de lo que te ha de conmover tiene márgenes,
son las verdaderas mareas de un mar oscuro
que azota una playa habitada por gaviotas...
de ese ir y venir del viento,
de contemplar tus manos vacías y húmedas
mientras caes en la cuenta del valor que tiene respirar en el silencio.



f.







Esto no es un poema...










Renace el día en la bruma del invierno.
Todos los silencios se respiran,
son el vaho de un pensamiento que te abandona
y vive un instante en la soledad del mundo.

Nunca somos suficientemente felices,
nadie lo es, no lo dudes.
Nunca somos los vencidos,
no abandones,
siempre queda un poco de esperanza,
siempre algo por lo que de verdad
merece la pena volver a intentarlo.

Esto no es un poema,
es solo un espejo que te mira y te deja una caricia, una leve sonrisa...
será porque es navidad y siempre hay un niño oculto en ti.




f.




                                                                                             



sábado, 24 de diciembre de 2016

El hombre, si solo fuera un fértil valle de luz y de sombra







El hombre, si solo fuera un fértil valle de luz y de sombra
y no una cadencia de lumbre y de humo,
podría contemplarse en todos los espejos del agua,
desde un pequeño reguero dejado por la lluvia,
hasta el más profundo de los océanos...
en todas las nubes,
en la urgencia de las lágrimas,
en el filo azulado y oscuro de todas las tormentas.




f.



Hay una melodía en el silencio










Hay una melodía en el silencio, cierta incertidumbre en el vuelo de un pájaro, un rigor en la luz, la urgencia hecha ley en la sombra, un viento que encendido en la tarde deja en el aire jirones de adviento.
Hay en la lluvia un lamento antiguo, lumbre en el agua, una visión de lo puro. Cada vez que veo en la tierra un reflejo de nubes rastreando el suelo, percibo un escalofrío y en la humedad cierta respiración de la muerte, una serena presencia de difusos ángeles, siento la sensación del naufragio, la que deja a un hombre ante su verdad más intima.
Pero es la noche la que siempre me tiene subyugado en la desnudez de las palabras. Sus manos siembran lunas ante mis ojos, es allí donde me reflejo tan sincero como solo puedo serlo conmigo mismo...Estremecido, tengo que esperar a ese irme despacio hacia dentro, como si la luz y los primeros brotes del día me dieran de nuevo la necesaria distancia diaria con la vida.




f.







Hoy ha venido un pájaro con la luz y el silencio










Hoy ha venido un pájaro con la luz y el silencio.
Ha encendido la lumbre
y tras posarse ha dejado sus ocultas verdades.
Yo solo he abierto la ventana,
he mirado al cielo y he dejado pasar al invierno.




f.







viernes, 23 de diciembre de 2016

No se repite este acto nuestro de morirnos









No se repite este acto nuestro de morirnos,
despacio, bajo el límite del último trayecto.
Despojados de todo,
como si la enfermedad fuera el vicio de amarnos
en el extremo opuesto del mundo.
Veo albatros volando sobre el mar,
he cortado la nieve con tu nombre
en la esquina imprecisa donde el corazón revienta.
Hay eso que llaman ternura y soledad.
Solo rozarnos, tocarnos con los ojos,
mientras desaparecen astros diminutos en el cielo azul.




f.




Viene el día alzado









Viene el día alzado sobre las manos y la humedad,
sin aves que pregonen lo azul del cielo,
con la cadencia de la bruma
y lo indeterminado de mis vacilantes pasos.

Caemos siempre en la ausencia,
un silencio de invierno con miradas huidizas
y sombras que se adhieren a uno y te estremecen
mientras tararean las melodías que nunca se llevó el olvido.


f.







Poema XXVIII




Echas atrás la mirada.

En silencio y en soledad pactada con la noche,

te ves andando por las viejas calles de tu memoria.

Cada esquina es un trozo de sombra

donde las palabras fluyen,

una plaza, te trae el lado de la tarde

en que todavía soñabas con ser alguien.

Un porche las enredaderas del deseo,

el sabor de un beso sin ambages,

con los ojos cerrados

y el corazón apretado en un susurro…

Yo no sé que haría sin esas viejas luces de mi vida.



f.



jueves, 22 de diciembre de 2016

Todo el otoño me trae la humedad








Todo el otoño me trae la humedad,
siembra la arrogancia que me expulsa de ti.
Algo de lo que la noche se olvidó quedó en tus ojos,
en tus mensajes del Msn echándome de menos
o en esas luces rojas que enciendes al amanecer
cuando miro por la ventana y te siento muy lejos.
Recordaré tu boca, anhelándome,
persiguiendo en mi piel las mariposas,
acechando en todos mis gemidos,
el saberte la dueña cuando me silencias
aunque estés entregada al deseo de otro.
Hay pocas cafeterías abiertas a estas horas,
tienen cierta tristeza en el sonido inequívoco
de la parsimonia de la radio
o en el ensordecedor bramido del calentador de la leche.
Hace frío, me sabe bueno este café caliente,
me hace pensar menos en lo que dejo
e intento no encender el móvil para no recordar tu nombre,
aunque tarde o temprano volverás a surgir detrás de la niebla
preguntándome por todas las mentiras que te debo.




f.



Todo lo que tengo apenas cabe en una mano









Todo lo que tengo apenas cabe en una mano,
en un puño cerrado, algo tan valioso
como las briznas de hierba
que se pegan a las suelas húmedas de mis viejos zapatos.
No es melancolía este devenir de sombras,
solo veo lo candente de la luz
recorriendo esclava un camino trazado
de surcos invisibles...
Quizás sea parte de la distancia,
un poco de locura como remedio
a la pura sencillez de derrumbarme.






f.




miércoles, 21 de diciembre de 2016

Sé que el invierno traerá fuego







Sé que el invierno traerá fuego,
una estancia de nieve que abrasará mi corazón dormido.
Hay huellas en los astros y los árboles callan.
El viento ensimismado
juega lentamente con los bordes rotos del recogido toldo.
Presiento ciertas cosas cuando atento escucho
latidos que pronuncia un pecho que respira.
Este mar, su sueño de arena, mi desierto,
la ausencia del silencio
murmurando la humedad del momento,
una refriega de verdades
que nunca tienen valor
cuando como cristales caen al suelo
y dejan pequeños ángeles
reflejando lo transparente del cielo.




f.







No sé desde que lugar deshabitado








No sé desde que lugar deshabitado
unas palabras mías
se han quedado olvidadas
en medio de la tierra
tras mis huellas oscuras del insomnio.
Han enraizado en ella,
y ahora, claman con su voz
sin yo esperarlo...
han crecido y se han convertido
en un verso de luz y de calor.



f.



No hurgo en el sentido de las cosas












No hurgo en el sentido de las cosas
son ellas las que me asaltan
con su susurro de llamada.
Busco descubrir el fondo sin nombre,
la humedad de la tierra y su palabra,
la labor ciega de cada sílaba
al ritmo pausado de un zahorí
con sus manos de barro y su rama de olivo.




f.







Han caído las horas












Han caído las horas
con la respiración intensa que arrastran los silencios.
Yo he abierto las manos,
he dejado en el aire el vuelo de unos pájaros,
toda la intensa lluvia
con que la luz ha vestido al resto de la tarde...

Mejor así, sosteniendo la débil mano de una anciana
que en medio de una plaza me ha recordado a mi madre.




f.


martes, 20 de diciembre de 2016

Elijo el acto de morir en cada verso







Elijo el acto de morir en cada verso,
sin tajos que dejen rastro,
solo ese instante de llaga sin matices,
un caer dentro de uno mismo
sin más razón que reconocer el frágil equilibrio
entre los diversos mundos que me habitan.



f.




Contemplo el cielo








Contemplo el cielo,
frondosa oscuridad
donde me pierdo.
Ahora quiero ser la sombra,
el lugar pretérito,
la raíz crecida en la tierra,
el árbol que en silencio
y desnudo espera;
ser la alberca inquieta,
con sus aguas de limo
que se hace
espejo de la noche...
Ahora, que nada tengo
más que este lugar donde respiro,
la holgura de un instante solitario,
sin nombres, sin palabras, sin esperanzas.



f.







Sin adviento morir un poco en otro








Sin adviento morir un poco en otro,
en la sombra que susurra las coordenadas de los astros,
en el azul de unas gotas de lluvia,
en el quehacer de la lumbre en el fuego,
en el viento y sus pavesas de barro y arena...
nunca somos nosotros solos,
siempre hay alguien que contempla nuestra caída,
nuestro ocaso, nuestro florecer temprano
en mitad de la nieve y los almendros.
Viene el invierno y la verdad absoluta,
solo va a haber pájaros negros
y el silencio recóndito del bosque dormido.



f.




Poema XXVII





El hombre reconstruye lentamente al hombre.

No deja de serlo nunca

pero deshace la obra del tiempo

y se entrega a ser un nuevo arquitecto.

En realidad es lo mismo que hacíamos en la infancia

al jugar con unas piezas geométricas de madera

- no sé si nos atraían más sus colores o sus formas -

con las que levantábamos pequeños castillos

usando nuestras manos prodigiosas.



f.








lunes, 19 de diciembre de 2016

Sujeto en mis dedos este dolor frío







Sujeto en mis dedos este dolor frío.
Angosta el quehacer de las sílabas, el resuello de la noche.
No hay poemas entre las lágrimas.
Siento el quebrado corte del diamante sobre el cristal de mi cuerpo,
es un tajo profundo, cercano al lugar donde la guardo...
la isla donde al amanecer un solo pájaro la nombra.



f.






domingo, 18 de diciembre de 2016

No soy lo dúctil, lo dulce, lo sincero











No soy lo dúctil, lo dulce, lo sincero.
Apenas alcanzan mis manos la humedad de la lluvia,
el frío de la noche, el quehacer del invierno, la oscuridad.
Me sostengo solo como lo perenne que tiene todo lo frágil,
la hondura que posee en su vientre el silencio,
la pavesa de cada sílaba que nunca acaba en ti y se hace viento,
la metáfora que nos surge previa a toda conciliación.
No busques almíbar en mis versos,
Si acaso recoge en ellos lo amargo necesario para resistir.




f.




Este tiempo de los dos tiene su orilla








Este tiempo de los dos tiene su orilla,
cierta nube anclada en tu mirada,
un paseo de viejos castaños,
la lumbre del horizonte
como una flecha abrigando el silencio.
Te has reconstruido en medio de la soledad
y eres parte invertebrada de mi corazón,
tanta sangre tuya hay en mi cuerpo
que mueves ya
los hilos que me acallan.
La ciudad sin ti solo es ya un nombre.





f.





Donde todavia hay un temblor...












Donde todavía hay un temblor que estremece sé que hay un hombre.
Donde se abre una puerta y luego hay otra que solo guarda oscuridad,
hay un instante donde el miedo me da su reflexión.
Una mano no sabe deshacer un nudo
y sin embargo tiene en sus dedos labores que asombran...
voy a dejar en el hilo del silencio
un hueco de sombra, un dolor sin llaga.
La marea me ha traído los restos de la noche...
no hay pájaros, pero yo escucho algo que suena a melodía.


f.









No soy la luz...











No soy la luz, tengo siempre mis manos tiznadas de oscuridad por recorrer esos largos pasillos donde todo es posible y el dolor deja marcas que nunca se olvidan.
Podré hablarte despacio, en voz baja, quizás sea un instante nuestro cuando el mundo se olvida de nosotros y solo somos dos caminos abiertos en un parque abandonado...sabrás que no todo lo que escribo es un salmo, ni siquiera tiene el valor de una letanía, me dejo arrastrar por el valor de los silencios y la única servidumbre que me queda que es escribir sobre lo que todavía se me hace incomprensible...la longitud del anochecer, la mano que acaricia, el quehacer de estas arañas que tejen en todos los rincones sus promesas.




f.







No cabe en mí otro hombre...











No cabe en mí otro hombre...

a veces, deshago los nudos del funambulista,
crezco aferrado a los muros
para alcanzar la luz
o me arrastro por la tierra
buscando en las raíces
los últimos signos de la vida.
Me corroe el tiempo de ser yo,
esta verdad de salmos
que trae mi propio adviento...
Sin dioses a quien reclamar piedad
solo queda contemplar
la caída, como una losa,
de la noche y su silencio.


f.






sábado, 17 de diciembre de 2016

Maldigo el lado amable de las deserciones









Maldigo el lado amable de las deserciones,
la senda azul que nos arrastra despacio al fuego,
la bruma y el descenso solitario a los infiernos.

Casi todo lo que guardo en mis bolsillos tiene un precio,
una salida expuesta al dolor, la inocencia de una palabra,
lo que deja siempre marcas inolvidables.

Yo, que soy solo un reguero de agua en mitad de la acera,
arribo con mi silencio anclandolo en el viento,
ahora que todas las esquinas me delatan,
que soy solo un pájaro en medio de un alambre,
mientras contemplo las ventanas abiertas a la lluvia...

Vivo al ritmo de mi corazón
tan solo movido por mi sangre,
sin más arma que un arco sin flechas,
contando mis huellas, el abandono
que ha tiznado de lumbre la noche.



f.








La palabra...









La palabra, siempre nos trae el quehacer de los verbos
y su simiente de lluvia...
Por eso el silencio se respira como un largo quejido.
La noche nos deja siempre ese murmullo que acerca.
El sendero es un eco donde nos encontramos.

La voz, un pájaro que anida en las manos y vuela,
trae vibrante ese calor de lo imposible
que te recorre la piel.

Brota la sed al reconocerte en otro.

Un instante.

Un relámpago.

Lo que trae el aguacero.


f.






viernes, 16 de diciembre de 2016

Poema XXVI




Una isla al amanecer



Abro los ojos…

me deslizo unos segundos por la verdad del amanecer.

No me he perdido

y sin embargo desembarco de un naufragio

del que solo al tocar su espalda,

todavía durmiendo,

sé donde estoy:

Encuentro la isla,

el cuerpo donde habita

algunas de las pocas cosas

que todavía me conmueven.




f.



jueves, 15 de diciembre de 2016

No busco la absolución








No busco la absolución,
esa medida católica del perdón.
¿Para qué el arrepentimiento,
la vuelta a los orígenes,
a la ficha primera del juego?
Hay siempre cristales rotos dentro,
un camino de sombras,
ciertas verdades empíricas que ya no existen
cuando has recogido tu cuerpo del deshecho sendero de la noche.




f.







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