La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

Contribuyentes

martes, 31 de enero de 2017

Poema XXXV





He visto al hombre pisar la luna.

No sé que metáfora esconde este acontecimiento

salvo el saber que somos tan pequeños e insignificantes

como lo éramos antes.

Ahora recuerdo ese instante.

Era demasiado joven y creí que el mundo iba a cambiar.

El tiempo no deja de darme razones

para seguir leyendo ciertas palabras antiguas,

aquellas que desnudan todavía mi intelecto

mucho más que la actualidad humana.



f.









domingo, 29 de enero de 2017

Cierras una puerta y siempre dejas algo dentro








Cierras una puerta y siempre dejas algo dentro.
A veces es solo una palabra
que se te escapó cuando salías,
como un pañuelo blanco que dejase el adiós.
Otras veces, son imágenes
que tienen el color del fuego,
un reguero de pavesas que te queman.
Sentados en el abismo
podemos esperar en un muelle vacío,
en un andén sin tiempo,
en una mesa de café a la que nadie viene,
y sin embargo, ensimismados,
seguimos echando en falta
lo que dejamos olvidado o perdido.




f.







Los verbos del viento nacen de la sombra









Los verbos del viento nacen de la sombra
y en él se urden senderos oscuros y la lumbre de todas las ausencias.
Cuando me nombra el viento temo ser la víctima o el verdugo,
su ira implacable trae a mis manos el olor de la sangre...
¿Qué hacer con esta condena de lobo solitario
contemplando la noche como una ánfora de mimbre
por donde se va vertiendo la vida?





f.




Semana dedicada a Marcelino Sáez García en Crepusculario















Hay instantes perfectos donde todo tiene consecuencia







Hay instantes perfectos donde todo tiene consecuencia,
son como un largo pasillo oscuro de infinitos,
murmullos a media voz que nos delatan.

En mis manos queda el arrebol de las ausencias,
quizás esas caricias que se lleva el invierno en la bruma del amanecer.

Todo lo que hay en esta distancia de nosotros
son puentes cortados por la lluvia
y el rastro del vuelo de pájaros marinos.

Lo quebrado que queda entre los versos,
son sílabas que ya no nos reconocen,
porque la vida nunca ha querido esperarnos
y solo hemos sido los anónimos restos
abandonados por la última riada.



f.



Es de noche y tú no duermes conmigo










Es de noche y tú no duermes conmigo
aunque tal vez caminas por las calles
buscando no sabes qué
como un felino herido.
Yo, solo poseo el poder de contemplar el universo.
Sentir este frío intenso del invierno
entrando en mi cuerpo,
a dentelladas de un perro rabioso.
Cae la soledad en pequeñas estelas de astros moribundos,
la nostalgia siempre tiene un nombre inolvidable.




f.



foto de Jan Scholz



viernes, 27 de enero de 2017

Anúdame





Anúdame a tus brazos ahora que estoy triste.
Quiero escuchar bombear un corazón en medio del silencio.



f.



He muerto, sí, he muerto






He muerto, sí, he muerto,
varias veces,
hasta sin saberlo he muerto.
Tengo todavía ceniza en las manos
¿o son las sombras abiertas de la duda?
He cruzado al interior,
¡tanta oscuridad, tanta herida!...
Ahora dime, tú que me conoces
¿cuántas muertes me quedan
antes de quedarme sin palabras?



f.



Poema XXXIV



Cortázar y Monk: Ginebra 1966



En la geografía de las emociones

no todas te surgen en el día a día.

Algunas veces viajas en el tiempo

de la mano de unas palabras,

reviviendo un instante,

la magia de un momento plasmado con emoción.

Cortázar lo consiguió para muchos

recreando un recital de jazz en Ginebra.



f.





miércoles, 25 de enero de 2017

No voy...








No voy a cruzar la línea roja,
esa en la que mi sangre se mezcla con la noche.




f.





Ha de haber un instante






Ha de haber un instante
en que no seamos ninguno
el centro del paisaje:
ni tú, ni yo, ni nadie.
Ya que siendo como somos
quebrados juncos por el viento,
no podemos, desde el silencio,
mover el vértigo,
ni convertir,
lo que ahora son nubes y bruma,
en medio de un páramo de invierno,
en un quieto piélago,
sin olas ni mareas,
donde nuestras manos
recreen los sueños
moviendo el agua.



f.



Demasiada nieve, demasiado azul…








Demasiada nieve, demasiado azul…
¿Qué hacer con este tiempo mortal,
esta marea que asola las palabras?
No nos ha dejado más que heridas,
marcas con nombres de ciudades
y tatuajes de tinta oscura…
yo porto el infinito en mi cadera,
tú mi lengua cerca de la tuya.
No vengas más me dices,
mientras me muerdes la boca
clavando tus uñas en mi espalda…
allí, donde siempre has creído
que escondía mis alas.




f.



martes, 24 de enero de 2017

Subía la escalera y solo me esperaban las nubes y el cielo









Subía la escalera y solo me esperaban las nubes y el cielo.
La tarde como una enredadera de luces y sombras
se derramaba borracha sobre mí
y el olor de las rosas, suave y perenne,
dejaba un halo único de complicidad.
Traía un libro, música y la alegría de esperarla
mientras la soledad se recomponía con el vuelo de los pájaros
y abajo, en la calle, la gente iba y venía con su prisa de siempre.
Pero que remoto se hace el tiempo,
como escancia su sidra sobre nosotros
y deja ese burbujeo incesante donde perdernos.
Seguro que en la sombra de esa atalaya
todavía quedan ciertas miradas, cierta espera,
que tienen sin saberlo sílabas con su nombre y el mío.




f.

Oigo el silencio prodigioso de la sombra









Oigo el silencio prodigioso de la sombra.
Siento la luz, un salmo que desgrana las sílabas de un verso.
En este trance mis ojos deshacen las palabras.
Mi voz canta.



f.







Recojo los pedazos de la tarde









Recojo los pedazos de la tarde,
el cristal donde la lluvia se remansa.
El invierno adereza las sombras,
trae nombres y cierto dolor de muerte.
Respiro hondo,
siento la urdimbre de la noche crecer sobre mí.
Límpida, la oscuridad
florece en azules astros,
nos limita la vida en los pequeños sueños
y en lo humano, una senda de lo cálido,
el palpitar de un corazón
cuando la soledad tiene una mirada de asombro.




f.







Poema XXXIII




Sin saber cómo estoy en París,

sentado y bebiendo una cerveza

en la terraza de una brasserie,

en el barrio de Saint Germain de Prés.

Esas pequeñas islas de mesas diminutas

donde se mira pasar a la gente,

que lo hace deprisa, casi rozándote la ropa,

mientras dialogas como en un sueño

con alguien que ya no está en tu vida.



f.







domingo, 22 de enero de 2017

Semana dedicada a Lázaro Orihuela en Crepusculario









Renuevo mi pasaporte










Renuevo mi pasaporte, mi carnet de identidad,
todas las tarjetas Visa que deben servirme para viajar.
Es invierno y arrecia el frío por Europa,
un sentir canino de hambre y sed
como si la nieve que me cubre
no fuera suficiente manto de lumbre donde resistir.
Morir de silencio ese es un temor interior.
Caer sobre una acera de Viena al poco de salir del Orient Express
o días después de llegar a Budapest,
cruzando alguno de sus innumerables puentes,
cuando solo es el Danubio un padre que asusta al silencio,
el mío, enorme, que me ahoga en la bruma
mientras caen los copos como un mantra
que solo me perdonará una de esas noches, oscuras, blancas, mortales...
Soy temeroso de morir fuera de mi país,
las pocas raíces que me guardan dentro un poco de fuerza,
aunque eso solo sea anecdótico,
es el miedo de la costumbre,
la desesperanza que me impide respirar,
y aún así volveré a visitar Praga,
me haré sombra recorriendo el barrio judío
y recordando los pasos de kafka,
para subir al castillo y encerrarme un rato en la torre Daliborka,
mientras el Moldava me sugerirá con su penumbra
que acuda a él, a hundirme en su fondo de limo como un final feliz.




f.




Lo inaprensible de una mirada








Lo inaprensible de una mirada,
lo que se difumina en el aire,
la contemplación del horizonte,
ha llegado tan lejos...
que todo lo que trae la marea
son los restos de un naufragio.



f.



No temas a la verdad









No temas a la verdad,
aunque es cierto
que detrás de las sílabas,
como una sombra habitada,
vienen en el aire,
a jirones deshilachadas,
todas las emociones
que esconde un corazón.
Como en un jeroglífico sin sentido,
una tras otra,
iluminan una lámpara
que se enciende y se apaga,
al libre albedrío de sus palpitaciones,
cuando rotos los dedos
de cruzarse en las caricias,
los labios en el roce de otros labios,
cae el hombre en la mortalidad
y no le queda más que la espera del anochecer
envolviéndolo como si fueran las alas de un ángel.
El amor no se acaba una vez se asienta,
perdura y se diluye en el tumulto de la respiración,
y ya no se tiene detrás más que la estela de otro ser,
y entonces es un rumor, una llama,
la urgencia de las nubes al caer la lluvia,
la fuerza de un océano
que le ha de derrotar con su marea,
una isla poblada de signos equívocos
donde la soledad deja sin reparo su pájaro de fuego,
su gusano que busca sin cesar devorarle en su deseo.




f.




Fuera hacía frío, siempre era invierno en esas costas








Fuera hacía frío, siempre era invierno en esas costas.
Tasada la humedad en milímetros cúbicos
nunca se termina de abrazar el verano.
No sé si era el viento
con el sonido aletargado de las drizas en los barcos
o la melancolía de los muelles vacíos,
la que nos inundaba, rebosada de ansiedad,
con el final desarmado de noviembre,
porque aunque tu mano se sabía dócil en la mía
y caían tus preguntas como una tenue y dulce lluvia,
teníamos, sin saberlo, la hambruna de gusanos,
la branza atada al otro como una condena,
la que nos unía en las horas muertas
en las que tu cuerpo se mecía en mis manos
con una fuerza de marea
que nos hacía morir entre las sábanas.




f.




sábado, 21 de enero de 2017

No sé cómo vencerte







No sé cómo vencerte.
Cómo hacer que esta calima
tenga solo el cáliz del mar,
la veracidad de sus costas,
la sabara en que mis palabras te envuelvan.
He dejado atados los perros de la guerra,
sin panoplias ni escudos protectores,
casi desnudo, me acerco a ti,
quiero acariciar tu silencio
con el quehacer lento y laborioso de un alhaquín,
tejiendo una tarde con pájaros y nubes rojas
que iluminen la noche, tu noche.



f.




viernes, 20 de enero de 2017

Un poema tiene a veces...







demasiadas palabras
para hablar del silencio.
Por eso la poesía
deja entre los dedos
la humedad intangible,
la luz de una vela,
cierta sabara en los ojos,
la sombra alargada
de una presencia
que nos respira.



f.







No me urge esta canción de invierno







No me urge esta canción de invierno,
saberme tan solo una humedad y su sombra perenne
habitada como un árbol de hojas con nombres y palabras.
Si hecho de menos algo del pasado
es el tiempo de las lanzas y el juego del gato con el ovillo de lana.
Sé tanto de mí como de este abandono que a diario me hago,
no hay sueño que cierre mis párpados
ni mis lágrimas tamizan el suelo.
Casi silencioso respiro la hondura de esta daga,
soy de la umbría su mirada,
el quehacer laborioso de las abejas en el vértice del cielo,
la luminosa esperanza de una luna,
blanca y hervida entre los pliegues de la noche.
He apagado el último cigarrillo.
Es tarde para descansar
y en la radio suena una música que ayuda a olvidar.
Luego vendrá el amanecer y seré de nuevo un viajero:
la otra mirada que oculta el horizonte.



f.




Nadie salva a nadie









Nadie salva a nadie
ni aunque en sus manos,
temerosos,
se guarezcan derrotados
los lobos de la noche.
Hay pérdidas que nos trae la lluvia,
hondos silencios que emergen entre unos labios rojos,
sombras que caminan junto a nosotros
por un precio moderado,
mientras somos puertos y andenes de paso,
y las luces de las farolas,
emergen como el neón de las casas de citas,
dejando rastros diseminados de vida...
dándonos sin piedad
el lado más amargo de la supervivencia.



f.





En el atlas de un cuerpo no caben más islas







En el atlas de un cuerpo no caben más islas,
si acaso lo que deja el mar después de la noche,
una marea de huellas y silencio.
Detrás de mí o a mi lado,
no hay sueño que desgarre más
que el del dolor de la lumbre,
la tibia enseñanza de la ausencia,
el aroma de lo que ciertamente no se olvida.



f.





Del invierno y otras secuencias







Del invierno y otras secuencias

Desasirse y seguir hilvanando entre los pliegues fértiles del día…hoy es un día de invierno y siento en mi cara la humedad, la certeza que deja el frío y que se mete en la piel como lo haría el fuego, quemando…saca el viento mis lágrimas…parezco alguien triste envuelto en una trenka azul. Luego uno camina siempre con pasos inseguros, ¿¿dónde esta lo qué verdaderamente importa??...nunca se descubre y seguimos como ciegos en busca de una luz que apenas se ve a lo lejos, pero que ahora me da igual…escucho los tambores, un sonido que siempre me conmueve, resuena a lo lejos como un grito que duele…quizás tú estás escuchando esos tambores aunque cerca la nieve asome con sus copos de silencio o sientes tu tristeza adentro ,como un gusano que carcome todos tus sueños…yo ahora me agarro a este sonido invernal…suenan los tambores, impertérritos y cada vez está más cerca la llegada de la primavera, el triunfo de la luz.




f.



Poema XXXII





Ibones de Anayet



Tienen sus ojos el frío descenso de la nieve

y el agotador susurro de la lluvia.

La mirada de un solitario les conmueve

mientras juegan a ser el espejo azul de un sueño celeste.

Desnuda propiedad humana

donde lo material deja de tener sentido

y si existiera un dios

se bañaría a diario en su profunda soledad.



f.



jueves, 19 de enero de 2017

Supo la sombra del silencio







Supo la sombra del silencio.
Los pájaros dejaron los rastros invisibles de su vuelo,
la calma quieta que da el atardecer en el verano,
mientras las nubes, lentamente,
se van tiñendo de otros susurros,
otras luces, otros recuerdos.
Quizás encontré en tu desnuda espalda
un atlas con las cifras del misterio,
un recorrido por los mapas de tu piel y tu deseo,
los mismos rastros que como los pájaros en el cielo
habían dejado inalterables mis dedos en tu cuerpo.





f.




Fotografía de Cristian Coigny





Miro mis manos







Miro mis manos, sus palmas,
los surcos son profundos.
Contemplo el cielo de este día de invierno,
hay una enorme borrasca sobre nosotros
y tengo la dolorosa sensación del que nada espera.
Escucho la radio y la televisión de fondo,
hojeo varios libros de poemas,
todos diferentes...
esta diversidad de un día cualquiera
me hace más pequeño,
más oscuro,
más silencioso.
Desaparezco mimetizado entre las sombras
que van creciendo a mí alrededor.



f.




Era así como debía recoger las palabras






Era así como debía recoger las palabras,
tenderlas al viento de la tarde,
sentir como la noche traía su humedad de invierno.
Solo un muro me espera al amanecer,
un cuerpo a cuerpo, lumbre a lumbre,
boca y boca alimentada en la urgencia
ahora que sé que la vida tiene sus plazos y sus viajes
casi siempre zanjados, inacabados, insatisfechos...




f.




Si solo fuera el quehacer laborioso de escombrera







Si solo fuera el quehacer laborioso de escombrera
de casi todos los domingos
en el lado izquierdo de mi cuerpo,
seguro que lo daría por bien empleado,
al fin y al cabo ya sé que vivir
es descomponer poco a poco los sueños,
pero a veces de repente te llueve un aguacero,
como si todas las tormentas del otoño
te cayeran encima, de golpe,
y desnudo caminaras por el silencio...
un terreno baldío,
donde debes apartar de tu paso los cuervos muertos,
en este instante, cuando todavía no ha empezado la tarde.




f.








miércoles, 18 de enero de 2017

No dormíamos










No dormíamos.

Cogíamos las veredas del mar,

donde el océano labra sus promesas.

Viejas carreteras

llenas de arena donde desembarcar.

Árboles de sombra

que en la noche riñen con la luna.

¡Que gigantes eran las palabras

que llenaban su pecho!

El aguacero de la madrugada

nos traía lámparas amarillas

y escarcha de hielo en los labios.

Sonaba la sirena, los muelles desnudos

se sometían al pequeño vaivén del agua.

Echaba de menos la lluvia y sembraba de flores

el lecho de arena donde tiritábamos,

húmedos y solitarios,

con la única esperanza puesta en el otro.





f.




Hay veces que no me reconozco en mi cuerpo









Hay veces que no me reconozco en mi cuerpo,
como si él fuera parte de un todo ajeno y extraño.
Tanto silencio que batalla conmigo
y me deshace las palabras,
debe ser culpa de este otro ser
que ama los pájaros
y se esconde en las noches
detrás de mis insomnios.




f.



martes, 17 de enero de 2017

No tengo las palabras precisas que te pueden nombrar









No tengo las palabras precisas que te pueden nombrar.
Ni siquiera es lo que quiero hacer al escribir de ti,
prefiero saber que andas por el mundo
y aprendes como yo de tus fracasos.
Hoy, no sé por qué,
- será el invierno -
ya sabes como soy para estas cosas,
he buscado entre las fotografías
alguna en que saliéramos juntos.
No es tan difícil,
pero la verdad, al rebuscarlas,
me he perdido en otros recuerdos.
Recibí desde Nueva York tu postal,
- no te había dado las gracias -
sigues siendo la misma de siempre,
mandas postales como antaño,
cuando dedicabas, en cada viaje,
un día para los viejos amigos…
me ha dado cierta nostalgia
saber que ahora yo soy
uno también de tus viejos amigos.





f.










Viajar en la noche









Viajar en la noche
como los viejos expresos que se incendian
cuando cruzan la penumbra.
Ser la luz o solo el reflejo último,
el que te quema en el vértigo de la tormenta.
Alcanzar la plenitud, su muerte, su caer al vacío y al miedo...
ser solo el instante y luego...la nada.




f.



Poema XXXI




Allí, donde se alarga la sombra de un domingo de invierno

y se oye el tañido del bronce

como una queja insondable de tiempo y de arena.

Allí hay también unas islas donde habita el tigre,

un mar escondido a los ojos de los demás

con aguas lentas y metáforas desnudas

para buscar tanto la vida como un verso.



f.






lunes, 16 de enero de 2017

Resuena el viento







Resuena el viento
en el órdago fecundo de la noche.
Hay un almizcle de especias en la boca.
El sabor de tu cuerpo se erige
con su peso de bosque
y su sentir de tierra.
Me estremeces en la luz del relámpago,
en cada gemido en que tu aliento llega,
así, entre las olas de calor difuso
y este batir de alas
en que tus manos me erigen como espada.




f.



Hoy ando despacio por la avenida








Hoy ando despacio por la avenida.
La acera tiene ya la luz de la noche
y en mi boca se dibuja un amago de sonrisa...
Sé que el mundo gira,
que el invierno es también una metáfora,
un rincón necesario donde apaciguar la melancolía.
Mis pasos van seguros,
miro a los ojos de la gente,
leo la misma incertidumbre,
culmino un viaje interior y solitario
en el que he descubierto a un hombre extraño,
pero que como yo sobrevive a golpes de corazón
contra todas las adversidades.




f.




Abro los goznes de la luz






Abro los goznes de la luz
y es una camisa blanca sobre la noche.
Escucho el viento, siempre el viento
arrojando sobre nosotros su voraz queja.
No voy a desarmar este instante,
conversa el mar con su palabra honda sobre los farallones,
se hunden en el horizonte las nubes blancas,
yo ando por este trozo de vida
como si solo quedarán unas horas
y todo tuviera que ser la última vez.



f.






domingo, 15 de enero de 2017

Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo








Una pasión fría endurece mis lágrimas.
Pesan las piedras en mis ojos: alguien
me destruye o me ama.

Antonio Gamoneda



Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo,
al lugar de mi cuerpo que se hace dueño de la química,
como si mi sangre tuviera en su recorrido un quehacer de lumbres
y, apagada, llegase hasta aquí para sentir el soplo de la nieve,
llegase aquí para quemarse dentro,
donde el fuego es de un silencio sordo,
y solo deja escapar un humo de carbón imperceptible,
pero que me hacer abandona la alquimia
para derrumbar todas las murallas.



f.










Semana dedicada a Cristina Bocayá en Crepusculario















Alargaba la lluvia su incontable silencio.







Alargaba la lluvia su incontable silencio.

La sombra fue sombra, puente, isla,
senda perdida por la luz lejana.

Yo era, sin saberlo,
el ciprés, la agonía,
la palabra tiznada de alumbre...

Era una noche donde solo se escuchaba
el azote frío del viento del invierno.



f.



Despierto en mitad de la noche y escucho mi corazón







Por la noche me entreno para morir

Michel Houllebecq


Despierto en mitad de la noche y escucho mi corazón,
todavía agitado sigue un ritmo de marea alta.
Recuerdo retazos de múltiples viajes,
siempre tengo mi maleta con aromas de antaño.
Esta muerte no avisa,
se arrima a mí y me pregunta
qué he hecho hoy para merecer su perdón
y yo resquebrajo su voluntad
hablándole de un pájaro naranja
que se posa en mi ventana,
y de los almendros en flor,
que sin saber por qué
han florecido en medio de la nieve.




f.



Todas mis huellas han llegado al muro






Todas mis huellas han llegado al muro,
cierro los ojos,
la nieve deja escuchar mis pasos,
son pequeños y sordos aullidos de los copos al ser pisados.
Detrás de mí la nada habita la sombra,
otro hombre que se desnuda en silencio
para que la muerte tenga sencillo su trabajo.



f.







sábado, 14 de enero de 2017

Me anuncia el viento un día de infinitos









Me anuncia el viento un día de infinitos,
mares profundos, nubes blancas, silencios...
tal vez sea una palabra encadenada a otra
la que traiga un verso cortado a cuchillo,
tal vez una mano deshaga los pétalos de unas rosas,
tal vez una mirada al horizonte
 me deje unos gramos más de esta intensa mortalidad.




f.




La palabra lejana siempre da pasos







La palabra lejana siempre da pasos
para medir las distancias.
En el esfuerzo de contemplar el horizonte
se arrastran días de nubes y claros
y noches de astros silenciosos.
Cuando callo reina un tiempo de silencio,
un muro del color de la tarde
por el que lentamente se desdibuja la luz
y se hace el viento pájaro,
tan dulce y frío como el invierno.



f.




Casi todo lo que me estremece







Casi todo lo que me estremece
se pierde en el horizonte
o vive dentro de mí
como una inagotable desazón
que corre por mi sangre.
Hay detrás de las sombras
un quejido de sílabas y símbolos.
No me desnudo ante las cosas
pero si me deja descubierto un verso nítido,
su nieve cayendo desde la espesura de la tierra,
sus raíces de viento, sus letargos de nube,
su cadencia en mi corazón
retumbando incansable al respirar...
Sé que detrás de los poemas hay algo mío que se va,
nunca vuelvo a recuperar esa sensación,
pero me da un cierto escalofrío verla inquieta,
habitando otros ojos que la piensan y la sienten.




f.






viernes, 13 de enero de 2017

Solo tengo un sueño de niño







Solo tengo un sueño de niño por el que viajan los convoyes de la noche.

Los viejos y oscuros mercancías con su sonido metálico de lluvia.


Poseer del amor lo triste,

esa cadencia de verbos que deja el alba

como un cuchillo ardiente que corta las palabras y los labios.


Beber despacio el adviento.

Sentir el arado sobre la tierra derramada

en la que siembro luces y sombras,

y quejarme por el dolor de los huesos magullados en la noche.


Escucho el mar, las olas, la marea alta,

mi voraz senda de bosques y atalayas,

la luz de ángaro que deja en lo sombrío su propio morse,

su mano tendida entre las aguas y la lejanía.


Después amanece y es hora de silencio

cuando vuelan los pájaros sobre los cipreses

y sin saber por qué las huellas del invierno

son las últimas estelas que deshacen las nubes.


Nevará este día triste.


f.



Vienen las lluvias y el viento y traen el olor del frío








Vienen las lluvias y el viento y traen el olor del frío,
las pequeñas etiquetas que deja tu mano entre las cosas
cuando tiras unos guantes, quemas una carta, rompes una fotografía
o borras un nombre de tu lista de teléfonos...
son de esos instantes en que todavía duele
lo que en el corazón ha enraizado el tiempo,
y que tienen sabor y fuego,
momentos de magia y de silencio
sangre y sed de algo que culmina la ira
y que trae en su grupa la deslealtad.



f.






Ahora que la luz tiene tus ojos









Ahora que la luz tiene tus ojos,
la noche es un muelle sin barcos.

Mi destino cabalga en tus labios.
Nombras cada ciudad en que soy pasos y huella,
ese instante de muerte,
y rehaces las calles, las avenidas,
ciertas plazas con entradas de metro,
algunos parques abiertos al amanecer...

Vuelves a ser el viento,
fugaz, caliente, húmedo,
que se ensortija
como un bucanero de sombras
en la oscuridad de tu cuerpo.

Sé que ha de llegar el momento
en que tu sueño sea voraz como el océano,
que el insomnio de tus manos recorra mi cuerpo.

Urdes nudos de urgencias
y vienes con el sudor,
con la incasable fatiga de la mar...
Así eres hoy, mañana, siempre,
un verbo indeterminado,
desconocido para el resto de los humanos,
que tienen la sed y el hambre del deseo
y se sacian solo con lo que les trae cada día la tormenta.



f.







Tras los bárbaros no hubo incendio






Tras los bárbaros no hubo incendio.
Ni un solo ángel vino a rescatarnos del silencio último.
Puede que el andén estuviera vacío,
ni siquiera nuestras valijas
tenían la tristeza del relámpago,
detrás de las dunas, tras el mar,
paralelo a la orilla,
un tren vacío venía
a pasarnos cuentas por nuestra soledad.



f.




Poema XXX





En medio de la soledad vive el Minotauro que me habita.

No encontré para él la senda de Creta

ni el laberinto donde esconder todos los miedos.

A veces sueño con la belleza y escucho dentro de mí

la queja inequívoca de mi naturaleza.



f.









jueves, 12 de enero de 2017

Descuelgo los últimos cuadros






Descuelgo los últimos cuadrosy en la pared queda,
reposada,
la línea áspera del tiempo.
Casi puedo adivinar,
como en el corte de un árbol,
los días muertos,
los años pasados.



f.

Si me asola el mundo








Si me asola el mundo
yo acerco mi voz y canto
o siento que mana mi llanto
donde caben todas las lágrimas...

Nunca fui a Auswitch,
quizás es el miedo de pisar un lugar
donde la muerte tenía rubricado su decreto.
¡Tanta muerte todavía andando en su maleza!
Esperando siempre que alguien llegue para tiznar su corazón.



f.



Tiro piedras como un niño a un mar de invierno






Tiro piedras como un niño a un mar de invierno, tiro piedras y suenan en el agua como una canción, una huella más en la arena olvidada, mientras en ese mar sin sombras hay restos de naufragios y abandono...la herrumbre de la vida que permanece ante los ojos inquietos cuando está baja la marea y al fondo, en el horizonte, todavía se ven las viejas ballenas que resoplan enhebrando las olas al vaho de su respiración...nunca hay más silencio y más soledad que en esos tristes amaneceres, cuando los hombres se han calado el corazón con la rutina del sueño, y al despertar solo ven la oscuridad del mar rodeando su vida...tiro piedras como un niño..y escucho una canción.



f.



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