La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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martes, 25 de abril de 2017

No hay venganza en este puñado de sal que deja mi sed.









No hay venganza en este puñado de sal que deja mi sed.
Recuento los dedos de mis manos, me miro en un espejo,
veo su reflejo abandonado en la cama,
sigo siendo por dentro la luz y la sombra de una tarde,
la oscuridad permitida en el silencio,
un hombre temeroso ante el dolor
pero certero en el desafío de lo impronunciable.
Muelles de carga, hombres sombríos con sus gritos secos,
la voraz cadena de las horas uniéndonos de nuevo,
el sufragio salvador del amanecer
va a ser lo próximo que caerá sobre nosotros
al lado donde el corazón escribe sus reglas:
el amor, su ciencia del deseo, su perdida razón ante los hechos.
Uno y otro, casi hemos sido, a ratos, dos entre las sábanas...
y ahora, nos miramos sin saber de que estamos hechos
a parte de este quehacer de anatomía,
huesos y humedad en medio de la luz,
la química enfrentada a lo que siempre consideramos razonable.




f.




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