La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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jueves, 31 de agosto de 2017

Así y todo el amanecer










Así y todo el amanecer
dejará la transparencia,
la labor de su andadura,
la realidad en las cosas,
y en nuestros ojos
los rastros del fuego.



f.




Lo infinito puede estar al lado y no enterarnos











Lo infinito puede estar al lado y no enterarnos,
aunque a veces nos pueda doler muy hondo
cuando sin saber por qué,
como un frágil cristal,
un sueño se nos rompe en las manos.



f.




Venimos de un extremo y vamos a otro










Venimos de un extremo y vamos a otro,
sin embargo,
nadie sabe que lugar ocupa
a cada instante.
Aunque tampoco creo
que eso sea
lo importante
de esta secuencia,
de este lado de la vida.



f.




Después de la noche siempre me sé noche












Después de la noche siempre me sé noche.

Debo vivir en esa melodía de sombras
y frases cortadas a navaja
mientras el mundo escucha
el brote disperso del tañido de la luz...
yo sin querer, soy la huella de serpiente en el páramo:
la palabra debida.




f.




Sumo los pasos









Sumo los pasos,
la humedad del silencio,
al largo pasillo desde el que vengo
como si fuera un túnel
donde se murmura mi nombre.

Quema el alumbre,
se hace del dolor de la nieve
en las manos menudas de los niños,
y trae con las rosas el roce de espinas,
el aroma vivo de los primeros besos
y la costumbre a estremecerte siempre
ante el roce de otros labios.




f.




Escucho como se ducha mientras amanece











Escucho como se ducha mientras amanece,
es demasiado gris este día de septiembre
y la borrasca parece que trae el fin del mundo,
la gota fría sobre el Mediterráneo.
Casi toda la semana ha sido parecido,
no quiero ir a la playa,
prefiero escuchar música, beber ginebra,
comer en la terraza de este hotel de tres estrellas,
y sobre todo, estar sobre la cama,
esta cama grande, inmensa de dos por dos,
donde cada vez más huele a nuestro sudor
y por las noches, iluminados por la luz de los relámpagos,
parecemos dos sombras enganchadas,
dos locos sin más razón que consumirnos el uno al otro
en medio de un revoltijo de sábanas.




f.



Este instante reclama sus pasos










Este instante reclama sus pasos,
sus verbos de agua,
su mirada perdida...
Anhelo ser una nube
o un pájaro prendido a un alambre,
vivir desde el origen
hasta que la quera deshaga
la conjunción de la palabra.
Soy mortal y tengo miedo,
aunque entre los gintonics bebidos
una noche de verano,
el mundo pierda su valor,
se silencie mi memoria
y no sepa dónde abandoné mi corazón.




f.




miércoles, 30 de agosto de 2017

Refulge la luz de la noche











Refulge la luz de la noche,
se deshace en las rosas y crepita
en las pavesas con su fuego nocturno.
Tu deseo tizna de azul mis manos y mis labios.
El mar te inunda. Me ahogas.
Como a un siervo fiel le ofreces tu instinto
y me sumerges en todas las verdades de tu cuerpo.



f.




No nos cabe más en el entorno de lo que somos











No nos cabe más en el entorno de lo que somos,
una tilde en medio del silencio,
agua erizada por el viento.
Ven ahora y pregunta sobre el amanecer,
por el entorno azulado de la noche
o por ese dolor que todavía te consume...
tengo tiempo, tiempo para ti,
te lo envuelvo en papel de plata
para dártelo entero y fresco,
recién salido a la vida.




f.




Temprano el aguacero desnudará la sombra










Temprano el aguacero desnudará la sombra
y un corazón que enrojece al atardecer
quemará la luna con las brasas del incendio.
Vendrás sin rosas y será invierno,
en el azul de mi piel escribirás tu nombre,
dejarás tus manos expuestas a la devoción de mis labios,
y en el templo de tu vientre
laboriosas abejas me darán su néctar.
Mientras, el mar, sin nosotros,
tendrá preguntas de bruma en los muelles vacíos
y el silencio en las alas de los pájaros marinos.




f.




La palabra










La palabra en la poesía nunca debe ser un fin en si misma,
siempre debe ser un arma para el aprendizaje.



f.




Caminar sobre la noche










Caminar sobre la noche
como si eso fuera
el final de la eternidad.
Un lugar hecho de viento y de calima,
mientras la urgencia de morir
queda pendiente
de los hilos de tus manos
y de las palabras
que al pronunciarlas
nos revelen su luz.




f.





¿Qué tuvimos después del miedo?








¿Qué tuvimos después del miedo?
Una longitud exacta de distancia,
sin márgenes entre tu boca y la mía...
la ciudad inundada de voces,
quebrados murmullos,
lo límpido que queda en la brisa tras el aguacero.

Escucho la melodía,
las palabras que queman,
la branza que nos ata,
el ahora vertido de luz del mediodía
y el quehacer de las huellas,
en azul de noche,
en la piel del otro.




f.




Desnudar las palabras










...y se quedó conmigo con su olor a madera
a pájaro dormido...

Angelina Gatell


Desnudar las palabras y quebrarse en el fruto maduro del silencio.
Derrocar las almenas de su altura de cielo,
desarmar las mareas que lejanas tienen sabor de linde
y este dolor metálico que trae a ratos el viento.

Se queda conmigo su sabor a manzana,
su calor tibio de tardes de otoño,
la lluvia y su misterio
cuando cae sobre el jardín
y pronuncia mi nombre
como un pájaro trae su melodía del bosque...

Nunca fue la distancia más amplia.
Nunca la mirada más triste.
Acaso murmuro su nombre
aunque escuche solo la lluvia
cayendo pausada entre las piedras
como un salmo de los que siempre me trae el otoño.



f.




martes, 29 de agosto de 2017

Encuentro en la maleza un recodo de tiempo









Encuentro en la maleza un recodo de tiempo,
la quera que me deshace
con la humedad de las últimas lluvias.

Me guardo del miedo,
poseo la costumbre de sobrevivir
frente a los sucesos que abren las heridas.


Me guardo del silencio,
un pájaro que quiere habitarse de mí
y contemplar desde lo altura lo posible.

No puedo decir nada más
mientras mis pies siguen pisando una tierra oscura,
hostil, una noche tras otra que murmura...

No sé cuanto tiempo podré sostener
mi vela frente al viento,
pero sé que el tañido del bronce
todavía no tiene que pronunciar mi nombre.



f.




No es necesario creernos libres








No es necesario creernos libres.
No hay nada que nos ate
en la línea roja en que nos abandonamos.
Muéstrame el baile de los lobos,
las marcas que te ha dejado el tiempo,
bebemos demasiado, es cierto,
vivimos poco, también lo es…
detrás de los símbolos y las señales
nos queda un hilo de luz,
en el que al rozarnos,
con la suavidad del miedo,
todavía me estremezco.



f.



Bebe y deshace el requiebro de su boca.









Bebe y deshace el requiebro de su boca.
Cierra el olvido y me mira a los ojos
mientras prueba el deseo,
cereza que enrojece ante sus labios
y le hace padecer y gozar el instante nuestro.



f.




Su palabra guardaba un vocablo de misterio








Su palabra guardaba un vocablo de misterio,
se resistía a desnudarse ante mis ojos.
Hay en la verdad tanta tristeza
que jugaba con mi espalda
y me engañaba recordando.




f.




Me surgirán las sílabas de tu nombre al respirarte










Me surgirán las sílabas de tu nombre al respirarte,
y aún con mis párpados cerrados seguiré viéndote.
Tan cerca, tan lejos como en la noche
tus labios rojos
dejen sus huellas en mi cuerpo.



f.




Si acaso soy brisa caliente










Si acaso soy brisa caliente,
luz inquieta,
la que enhebra las emociones
al instante en que la noche
se hace dura batalla de murmullos,
y solo quedan en la espera
dos cuerpos
y un único y ronco gemido.



f.



lunes, 28 de agosto de 2017

Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo










Una pasión fría endurece mis lágrimas.
Pesan las piedras en mis ojos: alguien
me destruye o me ama.

Antonio Gamoneda


Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo,
al lugar de mi cuerpo que se hace dueño de la química,
como si mi sangre tuviera en su recorrido un quehacer de lumbres
y, apagada, llegase hasta aquí para sentir el soplo de la nieve,
llegase aquí para quemarse dentro,
donde el fuego es de un silencio sordo,
y solo deja escapar un humo de carbón imperceptible,
pero que me hace abandonar la alquimia
para derrumbar todas las murallas.




f.





Contemplamos las palabras al leerlas












Contemplamos las palabras al leerlas
dejando un instante íntimo en ellas...
y ellas, a veces, nos devuelven la mirada,
leyendo dentro, en ese interior oculto a todos,
donde se marca cada latido que nos han producido.



f.



Abre tus labios al desmán











Abre tus labios al desmán.
Sé lo oscuro, el azabache, el incendio,
un templo de piernas blancas
donde guarecer a los demonios.
La sangre ha dormido agazapada en el corazón.
Una tras otra, a oleadas, golpearon tu puerta,
te llamaban en las aldabas de tus pechos,
en la corriente instantánea de tu sexo,
te eligió en la derrota,
nos eligió a los dos de entre los muertos
y nos nombró en la noche
cuando todavía éramos dos cuerpos,
puente sobre puente padeciendo,
un río desbocado, una mirada antigua.




f.


Cómo olvidar la gravedad de una mano








Cómo olvidar la gravedad de una mano,
el sustento de una caricia,
el surco invisible que mantienen sus dedos en la piel,
la urgencia en el silencio de respirarla
y contemplarla en la plenitud de la noche...
con esa luz que imana,
suave o contundente,
quizás tímida o temblorosa,
siendo el fuego o una pregunta en la oscuridad.



f.






Nada es tan solo de un color







Nada es tan solo de un color,
ni siquiera la noche vestida de luto.

Escuchar, no solo oír,
es siempre la mejor manera de comprender.

Aceptar que hay muchos caminos,
aparte del tuyo,
para llegar a Roma.



f.



domingo, 27 de agosto de 2017

Algo de lo que me redime








Algo de lo que me redime busca en ti
la parte donde escondes tu ternura.



f.




Surge el deseo








Surge el deseo de abrir besanas de lluvia en tu tierra,
de ser el océano y sus mareas más rotundas...
El hacer de tu pecho un nuevo enclave
que sea la urgencia y el peligro,
y en tus muslos forjar una dársena donde abandonarme.



f.




Arrastra el verano tras su paso cierta nostalgia










Arrastra el verano tras su paso cierta nostalgia.
La lluvia, en su silencio,
devuelve preguntas que nunca supimos contestar.
Y la humedad nos trae del recuerdo viejas carreteras,
mares de fondo y siluetas de playas,
con nombres que nos habitan para siempre
y que han dejado en nuestro pecho sus gotas de mercurio.




f.




Nos cubría la luz de neón del anuncio del viejo motel.









Nos cubría la luz de neón del anuncio del viejo motel.
Toda la carretera tenía el color de la lumbre del atardecer
y el aroma de las rosas se deshacía
con el vértigo de la gasolinera próxima.
Tus labios no pronunciaban mi nombre,
tus manos nerviosas jugaban con tu falda,
pero la música descendía como la oscuridad,
era parte integradora de nuestros propósitos.



f.




La mujer de los jueves










Los días solo me dejaban el sabor del tabaco y la penuria del alcohol.
Ya había dejado de tomar otras sustancias
¿para qué seguir cayendo por aquella pendiente?
entre el whisky de malta y la absenta tenía suficiente.
Me gustaba mirar desde la ventana,
contemplar a los que pasaban
mientras la esperaba a media tarde.
Sentía cierta emoción
cuando la veía aparecer por la puerta de la gran superficie,
siempre muy bien vestida,
trayendo de vez en cuando un ramo de flores
o una pequeña caja de trufas heladas.
Quizás las pocas horas que me dedicaba de aquellos jueves
era para mí un pequeño bálsamo ante la crisis existencial en que vivía,
aparte del hecho sexual que levantaba mi desanimada autoestima.
La verdad es que nunca supe lo que llegué a significar para ella,
jamás me pidió nada, ni siquiera me preguntaba si la amaba.
Cuando parecía que nuestra relación semanal
era ya una costumbre tacita, dejó de venir.
Ningún mensaje. Nada que me indicará cual era el problema.
Es verdad que tampoco moví nada para saberlo.
Han pasado los años,
algunas veces vuelvo a mirar por aquella ventana
con la misma ansia de entonces,
y presiento que va a volver aparecer por aquella puerta,
con un ramo de rosas y su elegante figura volviendo a mis brazos.





f.





Hay un salto de agua











Hay un salto de agua
en el interior de tu mundo,
una luz que enciende otra luz
y suena en el tambor y en el bronce
con un quejido interminable.



f.




Después, justo en ese instante de la pérdida










Amé todas las pérdidas
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible

A.. Gamoneda



Después, justo en ese instante de la pérdida,
los caminos tenían las huellas de su nombre.
Su cuerpo recogía las mareas,
era la voz del mar en las caracolas blancas.
Yo, naufrago de ella,
solo supe recoger su aroma,
beber la sal y el yodo de las algas,
crear un mundo de espera para su vuelta.



f.




sábado, 26 de agosto de 2017

Después de la urgencia










Después de la urgencia y los pasos perdidos llegarán las lluvias,
un quehacer de sílabas heridas por la noche,
la labor de un tejedor que diluye las emociones entre lágrimas...
a veces el otoño es un presentimiento perenne.



f.



Contemplo el cielo azul cuando miro a lo alto












Contemplo el cielo azul cuando miro a lo alto
sobre las cornisas de los edificios,
hay nubes grises y palomas torcaces
inundando mis ojos.

Todavía escucho en mi memoria los viejos trenes de carga,
la lumbre que arrastraban hacia el amanecer,
un triste sonido metálico que se alejaba hacia el horizonte
cuando todas las verdades habían recogido velas
y estaban, como los barcos dormidos del puerto,
abandonadas al vaivén de las mareas.



f.




Las carreteras en los desiertos










Las carreteras en los desiertos son a veces como los mecanos de los niños, estructuran en la nada una senda casi imposible entre las dunas, son los caminos de los sueños que nunca se acaban.


Descansamos a la espera de lo posible. La noche deja que los astros nos sumerjan en su titilar de silencios y vemos moverse nuestras sombras como seres con su propia vida. Suena el viento, ulula y remueve la arena, nos rodea el quehacer del humo mientras el color de las brasas del fuego nos hipnotiza…Pasan las horas, fumamos un cigarrillo que va de una boca a la otra boca en el instante que sentimos caer como una lluvia las pocas verdades dejadas al azar, en el filo de la navaja uno es débil y la verdad es un elemento más de comprensión que hace que las caricias solo sean un nuevo viaje, otra bitácora que nunca se acaba de escribir en el cuerpo del otro.



f.



Yo tuve un amor envuelto en cipreses











Yo tuve un amor envuelto en cipreses,
grises días de gaviotas
quejándose al bullir de las bocinas de los muelles.
Yo tuve cierto rincón solitario
donde ella me cogía las manos
y guardando un silencio mortal me besaba.
Tuve cierta cadencia de humedad,
de faros nocturnos y miradas al océano.
En esos días de parterres de flores,
bancos de piedra y horas de verano, fui feliz.




f.




Prescindo de la declinación de los verbos









Prescindo de la declinación de los verbos
y dejo que sea una palabra la que me anuncie el vacío.
Repaso mi cuerpo y sus gestos,
la labor del tiempo
y el quehacer de la noche,
todas las verdades que tiene mi piel,
y que a veces, se diluyen con el sordo sonido de la lluvia.
Vienen las sílabas y este deshacerme,
ahora que naufrago en las mareas,
ahora que sé que la muerte nace dentro
y sé que la eternidad no deja de ser una quimera.



f.




viernes, 25 de agosto de 2017

Todas las carreteras nos llevaban al bosque









Todas las carreteras nos llevaban al bosque
y nos hundían sin remedio en el mar.
Ese viaje fuera de las luces nocturnas de los arrabales
tenía en nuestro corazón todo el deseo de la eternidad.
Escuchábamos respirar la noche,
navegar los astros en el cielo,
y golpear el mar sobre las rocas,
con su pulso constante e inevitable.
Ella era un ángel, yo el fiel amante
que en silencio esperaba acompañarle en su soledad.
En medio del verano poseíamos el ímpetu de lo fugaz,
solos, con la música en la radio del automóvil
y el aroma de las flores frescas cortadas en el jardín.



f.



Los pasos de la soledad no se escuchan









Los pasos de la soledad no se escuchan,
son lentas huellas de nieve y de silencio.
En ese vacío cabemos todos,
somos sombras de lo que fuimos
que el tiempo va desvaneciendo.



f.



Abro mis manos y se escapa el agua











En mi planeta el silencio es el mejor de los días posibles.

Maribel Mir Alvira



Abro mis manos y se escapa el agua.
Hay versos que nunca han nacido
y sin embargo duelen dentro
al caer sus gotas de sangre al suelo de la noche.


¿Dónde fueron mis palabras ese día eterno de silencio?
Quizás nunca fuimos felices,
esperarlo es una estación que nos cruza
entre el verano y el otoño próximo....
las lluvias, pronunciadas en los verbos.

Soy el vigía que ilumina la noche de los pájaros,
la veracidad de las gaviotas,
la soledad de los cormoranes negros
resaltando en el azabache de sus plumas
frente a la orilla solitaria de las playas.

Todo el silencio se puebla de murmullos...
los escuchas dentro como un eco que te habla
mientras sigue la marea sobre la arena y los muelles.

Somos mortales, lo sabes,
fugaces en los símbolos y en los gestos,
y solo las raíces, los genes que viven en la oscuridad,
tienen la palabra cuando estamos solos
ante lo que algunos llaman eternidad.




f.




jueves, 24 de agosto de 2017

Lo desnudo de nosotros no es el cuerpo










Lo desnudo de nosotros no es el cuerpo,
es la voz que suena dentro,
un salto de agua que te ahoga,
que busca no sabemos nunca qué
pero que tiene siempre el valor de la llaga,
la herida que sangra
cortada por los cristales rotos
que ha dejado el camino de la noche.



f.




Del desierto recogí sus nudos blancos en la tierra silenciosa.










Del desierto recogí sus nudos blancos en la tierra silenciosa...
Una o dos veces fuimos libres,
la herida era roja como la lumbre del atardecer.
Fuimos el dolor,
la lágrima en su boca con la cadencia de mi nombre
aunque nada más que un horizonte de noches nos unía.
Ardió la madera y nos tuvimos sin reparos.
El murmullo del olivo nos habló del tiempo.
Supimos el valor de una caricia,
la branza que nunca se olvida.




f.



Fotografía de Miguel Mena




Quería poder recordar mis viajes por su cuerpo










Quería poder recordar mis viajes por su cuerpo
como esos días de avenidas y tormentas
en que nunca sabía cómo íbamos a acabar,
si solo, en medio de un amanecer al borde del espasmo
o juntos, entre las sábanas revueltas de un hotel de dos estrellas.
Todo era improvisar, arder en lo fugaz,
la búsqueda del asombro de las cosas,
el quemarnos, deshacernos, probar todo lo posible...
corriendo el peligro de vivir,
sin sospechar que no éramos,
entonces, ni siquiera capaces de decidir sobre nosotros,
y cuando lo hicimos, nunca más volvimos a vernos.



f.




Reviso el atardecer

















Reviso el atardecer
y esta lenta oscuridad que nace desde mi espalda.
No hay más regazo que el silencio
y el murmullo caliente del viento
que se va haciendo dueño de las cornisas
y remueve las crines de los árboles.
Vuelan pájaros como buscándose entre ellos en el aire,
hay soledades que traen alas de ángeles
y rehúsan acomodarse a tu lado.
Viene esa distancia,
la que siempre guardan los ándenes y ciertas playas desiertas,
un dolor susurrado en las miradas
y en las huellas que vienen del agua y se abandonan,
de nuevo, como líneas de fuga hacia el pasado.
Reflejan las ventanas las últimas luces,
un refugio iluminado que hierve en los cristales,
la fugacidad como esencia de lo próximo,
el adiós como muerte, la eternidad como futuro.




f.



Sostengo el tiempo en la palma de una mano













Sostengo el tiempo en la palma de una mano.
La arena cae sobre mis pasos
tan lentamente como puedo pensar en lo que me duele.
He visto altos cipreses consultar las nubes,
rasgar el silencio con el canto de los pájaros,
mientras la mañana,
envolviéndome en la umbría de una fuente,
me devolvía rastros de luz y de silencio.




f.




Más allá de las palabras









Más allá de las palabras
se guarecen en la humedad de las sílabas
el rumor ardiente de las emociones.



f.




Llegas despacio










Llegas despacio
como las nubes grises traen el otoño.
El mar se deja mecer en la hondonada de tus manos.
El viento es lo que desnuda mis palabras
mientras tu boca abierta busca en la mía el sabor del almizcle
y el silencio envuelto por el aroma de todas las especias.



f.




Veo las huellas que nos deja la lluvia










Veo las huellas que nos deja la lluvia, son como espejos que nos recuerdan la niñez, lo lúdico de no saberte bien tus márgenes, esos instantes que mirábamos nuestros ojos reflejados en el cristal queriendo saber el futuro incierto y lejano que debería dibujarse dentro…
Pero ahora, ver el cielo a mis pies, sentir que mis huellas no dejan rastro, mientras contemplo solo quimeras de arquitecturas solitarias, bosques de copas de árboles y pájaros y de nuevo mis ojos, desde la altura de las nubes, marcando, en este momento respuestas tristes, ahora que ya no soy un niño, sobre lo que ya no voy a ser.



f.




La nieve todavía está en el balcón









La nieve todavía está en el balcón. Mi mirada ha seguido perdida. El frío húmedo se quiebra en oleadas, en una niebla de hojas que se encienden. Abro toda la largura de mi brazo acogiendo esta bruma...


Así he sentido esta mañana el precipicio, la montaña y su silencio al fondo de mi mirada, contemplando las desapariciones, deshaciendo todo lo que se queda dentro cuando los trenes han partido y uno sueña con ser el niño que nunca jugaba más que con su propia muerte, la que dejaba enmarcada en cada instante sin saberlo...toda mi fragilidad me hace ser un libro, tengo en la piel certeros poemas de márgenes difusos, lecturas y vida, acaso el desamor de las noches en vela mientras fumaba esos cigarrillos sin filtro que me dejaban un reguero de luz en mitad de tanta oscuridad.

Mi corazón dice sí, mi corazón dice no, sístole y diástole de cada día. Enarbolo la respiración como un hilo de luz que me hace ser más libre, pero no penséis más...solo estoy dibujando en medio del sábado un nuevo unicornio, un mito que sepa deshacerse cuando no convenga que nadie lo vea.



f.




miércoles, 23 de agosto de 2017

Me pierdo en los muelles











Me pierdo en los muelles donde quedaron varadas mis palabras,
la branza que me ata al amanecer,
mientras mis manos guardan los verdaderos secretos de la noche,
la bitácora de un recorrido sin horas.



f.




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