Tal vez alguien pueda compartir la soledad
pero nadie podrá nunca explicarla.
R. Juarroz
Abrir las manos. Soltar el peso
y sentir como quedan los dedos entumecidos
con el hormigueo normal por la falta de sangre.
Así se deshacen las verdades
entre las grietas profundas de cada uno,
y que forman un desierto o un río que cubre el pecho.
La verdad, poco importa que sea uno u otro,
cuando las manos ya no pueden sujetar más peso
que el de los pájaros que vuelan de ellas al cielo,
esos gramos de humanidad que algunos llaman alma.
f.
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