He hundido mis manos en la tierra
y abierto surcos en medio de la lluvia.
He girado el curso de algún río,
abriendo al mar los lindes de mi cuerpo
para saber que todo lo eterno es pavesa de un día.
Quizás tenga en mis dedos los restos de la ira,
el quehacer del tiempo, el fuego, la llama, la brasa, la ceniza,
y tú, como tantos viajes indoloros,
seas bitácora de noches infinitas
o creas que morir solo es un juego,
una manera imprecisa de buscar detrás de las palabras
las sendas que abarcan cada sílaba, el tesoro de la magia,
las briznas húmedas de hierba que van impregnando tus pies descalzos
y te hacen volar como solo lo puede hacer un albatros.
f.
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