Las tardes tiene el sabor de las cosas sencillas
y éstas acaban culminando en la sombra,
ella crece mientras tanto
como una lluvia oscura sobre la mirada del tiempo.
En ese vaivén de la luz,
perdiendo de nuevo la batalla,
perecemos
incapaces de salvar el último aliento de crepúsculo.
No es una venganza,
es la imposibilidad
de que la rueda cambie su destino,
solo nosotros, incapaces de comprenderlo,
pretendemos parar, a veces este transito,
esta perdida sin valor
más que para el corazón.
Por eso cuesta respirar en medio del primer albor de la noche.
El cuchillo, la daga, ha sabido hacer bien su trabajo.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario