Repasar el día como si todavía tuviera el hambre del amanecer
y se apoderara de mí esa vieja costumbre de la muerte
de visitar rincones escondidos de mi corazón.
No hay en mis manos más que diez dedos que cuentan como un niño.
No hay en mi boca todos los dientes con los que nací.
Tengo ciertas cicatrices, varios dolores crónicos
y, sin embargo, sigue mi hambre de vida acuciando la oscuridad
en busca del último rayo de sol que se ha perdido hacia el Oeste.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario