La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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jueves, 3 de mayo de 2018

El otro presentador ...Miguel Ángel Yusta de Los días contados










Presentación LOS DÍAS CONTADOS de Fernando Sarría.

Zaragoza, Sótano mágico 12.4.2018. Por Miguel Á.Yusta




Vamos a presentar esta tarde un nuevo poemario de Fernando Sarría. Un poemario donde se reflejan siempre vivencias que suponen minutos, horas y días que condicionan y sobrevuelan la vida del poeta. Me gustaría hacer tres breves citas previas: citar a Vicente Aleixandre que dijo: "La poesía tiene que ser humana". A Victor Hugo: “El poeta es un mundo encerrado en un hombre” y también a García Lorca: ”La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”.



¿Y por qué precisamente estas tres citas? Pues porque en Fernando Sarría, en su ya extensa obra de la que este libro es una, por el momento, última muestra, se aúnan las tres cualidades que los ilustres autores citados señalan como esenciales para entender al poeta y a la Poesía. Fernando tiene una gran humanidad; es cercano, bondadoso y a veces , como dijo nuestro amigo Nacho Escuín, el el prólogo de su Antología (A plena luz), un poco canalla. Pero siempre tierno con ligeros brotes de malhumor que desaparecen como pompas de jabón, pues, el el fondo hay un carácter lleno de ternura. En segundo lugar, la poesía de Fernando se encierra en él mismo, es un mundo propio pero que que nos abre con abundante generosidad para que podamos explorarlo y compartirlo y, finalmente, Fernando Sarría es un amante enloquecido de la Poesía. La posee y ella le posee por encima de cualquier aceptación.



Y es que Fernando Sarría tiene un corazón vestido con ropaje amplio de humanidad desbordada. Impetuoso, activo, torrencial, extravertido...Mas no nos engañemos por las apariencias porque, detrás de ellas, está el oficio de escribir, la dedicación constante, la enorme sensibilidad poética y el sentimiento que transmite en cada poema, que llega, en profundidad, a quien lo lee o escucha.

Hoy no voy a hablar de tecnicismos, influencias, ni estilos del

poeta, sino que hablaremos de sensaciones. Porque el libro que hoy nos ocupa, Los días contados, es un libro de sensaciones, de emociones que son, a mi juicio, los soportes del poema.



Tras la reciente publicación de “A plena Luz” antología editada por Lastura y que comprende poemas de la totalidad de su obra entre 2008 y 2015, el poeta nos presenta hoy un poemario nuevo, de versos nítidos, ricas imágenes y poemas cortos donde se hace presente el hombre revestido de unos versos donde con frecuencia se trasluce la soledad, el miedo, la angustia, los deseos, la nostalgia, la búsqueda ...versos impregnados muchas veces de los elementos tan queridos al poeta como la humedad y la lluvia, las luces del alba o del crepúsculo que difuminan contornos de personas y cosas. Pero, sobre todo y sobrevolando el poemario, las preguntas y el silencio...





En los 110 poemas que componen la obra, el poeta se pregunta en siete componiendo, sin tal vez pretenderlo (o sí) un poema lleno de belleza y sugerencias.



Y leo:

¿Dónde van a quedar nuestros días?

¿Dónde enterraremos nuestras noches? …..................p.9

¿Cómo medir la extensión de un día de lluvia?

¿Cómo respirar dentro de ese silencio invasor?............p.10

¿Cómo deshacer, uno a uno, los nudos de la vida?.......p.11

¿Y cómo no dormir en la tristeza?

¿Cómo no abandonarse a la batalla?.............................p.62

¿Cuántos nombres se oirán caer en el olvido?...............p.65

¿Cuándo vendrán a buscarme los ángeles?...................p.74

¿Cómo desenterrar tanta hermosura?........................... p.101



El poeta nos lleva de la mano a traves de lsus imágenes, hacia la soledad para compartir “las horas que se hacen costumbre de la soledad” (p. 24) que “deja huellas en la hierba” y “no te espera, te agarra de la mano y te lleva preso” (p.93)

Y también nos comunica sus miedos, nuestros miedos, porque todos los sentimos aunque intentemos silenciarlos con el ruido de un vivir vertiginoso, ese miedo que se instala “en los dos extremos de la verdad” (p. 25) ese “temor-miedo al dolor como síntoma de madurez” (p.32) o tal vez del inicio de un período vital crepuscular en el que seguro que nuestros miedos, silencios y soledad “Las horas se hacen costumbre de la soledad” (p.24) van a ser cada vez más profundos.

El Silencio, es una constante en el poemario con múltiples referencias. Citaré solo unos cuantos versos que sonj significativos:

“Dentro del invierno hay otro invierno que guarda los silencios” (p.33); o la bella imagen de este verso: “Horas de lunas nuevas apresan el silencio” (p.38); o “Los árboles del silencio son impenetrables”(p.44); o el final de este poema “El viento gime junto a mi ventana/ es el único animal que habita este silencio” (p.65) y ya, al final “Previo a la palabra, el silencio tenía sus consignas” (p.108).



Existe también una referencia clara a la angustia, a la incertidumbre, -una constante en la obra del poeta- en varios poemas. Los versos “Todas las verdades nos llevan al invierno” ((p.58) “Cada verso es una nueva arquitectura de la desolación” (p.59) o “Cada vez comprendo más la dolorosa sensación de ser hombre” ( p. 95) son buena muestra de la actitud del poeta.



En el poema final que leo completo, hay un claro mensaje con elque el autor se despide del lector, dejando un suave poso de nostalgia que parece cerrar el círculo o, mejor, acabar el camino que tan trabajosa como meditadamente ha ido recorriendo el poeta en estos días contados que son, en cierto modo, los días de todos nosotros.


Dice así el poema (p.116):





Me he perdido en el olor de la ropa húmeda de lino

y en su fragancia antogua a lavanda y membrillo.

He abierto la luz del atardecer

Caía el raso sobre la cama y su olvido

Spenas eran sombras, huellas que tovavía me esperaban

En el balcón, el tiempo me guardaba una vieja palma de ramos.



En todos los sentidos, el poeta se desnuda, se impregna y descubre sus flancos, llevándonos de la mano por donde él transita acompañado de las más diversas y humanas sensaciones pero siempre haciendo de la poesía un compromiso-herramienta que dispara, y siguiendo la huella de Gabriel Celaya (“Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”) no concibe como un lujo ni se lava las manos evadiéndose de una realidad que es nuestra propia realidad vital.



Y termino:



Las palabras de un presentador, no pueden sustituir la fuerza de unos poemas que tienen la virtud de trasladarnos a nuestro mundo interior, Los días contados es un libro poéticamente hermoso, un caminar -como señalé al principio- a través de las sendas del silencio, la soledad, el miedo, los deseos, la angustia vital y la incertidumbre y constituye una batida por ese espacio de los miedos y las sombras que siempre pueblan nuestras vidas. Fernando Sarría ilumina este territorio lo desmenuza y lo expone como un testimonio de voluntad y firmeza frente a los avatares que indefectiblemente van asediando nuestras vidas, creando una alegoría de valor universal.

Es un placer invitaros a leer y meditar sobre este poemario . Leed despacio sus versos porque cada uno se constituye en valor individual, saberdleer entre líneas y, sobre todo, en los

silencios, tan importantes en poesía como las palabras.


Felicidades, Fernando, por este nuevo libro. Y el agradecimiento a todos los asistentes por compartir estos momentos.




Presentación del poemario "Los días contados" por Fran Picón









Fernando Sarría Abadía (Ejea de los Caballeros, Zaragoza), Licenciado en

Filosofía y Letras, en la especialidad de Historia del Arte, por la Universidad de

Zaragoza. Ha dedicado varios años a la investigación en Historia del Arte, en

concreto a la escultura del siglo XVI aragonés. En esta materia ha participado en más de veinte trabajos en distintas publicaciones y revistas especializadas,

incluyendo el ensayo monográfico El retablo aragonés del siglo XVI. Estudio

evolutivo de las masonerías y la exposición Escultura aragonesa del siglo XVI en el Museo Camón Aznar, en 1993.



Ha sido incluido en las antologías “Versos sin bandera antología poética España – Colombia” , “Poesía en la margen”, “La luz escondida”, “Versos para Somalia”, “La luna en verso”, “Los Borbones en pelotas”, ”Locus amoenus” y “No me silencies, escúchame” entre otras.



Ha colaborado en diversas revistas literarias y culturales:

El Cronista de la Red, Yareah, Criaturas Saturnianas, Imán, Narrativas, Turia, La Nausea, Matemáticas y Poesía, Agora, Alora, Gealittera…así como sus poemas han aparecido en diversos blogs, él, mantiene diversos blogs poéticos y literarios.



En cuanto a su obra poética, en lugar de hacer una simple relación de títulos, voy a utilizar los versos de cada uno para, en unas pocas palabras, resumir cada poemario:





* No sé por qué mis manos cometen el error de las hormigas y buscan alrededor de tu cuerpo su supervivencia: “El error de las hormigas”(2008)(Editorial Eclipsados)

* Sabrás de mí en las mañanas, cada madrugada soy la sombra que te acaricia, ese que sigue pensando en ti cuando ve su cama vacía:“El Alhaquín” –primer accésit en el Premio de Poesía Delegación del Gobierno 2008-(Editorial Aqua),

* Bésame ahora, cuando todavía me duele. Cada vez va a ser más difícil olvidarte:En el 2010 “Todas las mentiras que te debo”(Editorial Eclipsados),

* A veces la apariencia es una sombra, una isla lejana, una nube cercada por el viento: en el 2011 “Babel en las manos”(Olifante Editorial)

* Después de ti, tu boca, ese paréntesis cálido de cruces sin destino donde me dejó el olvido: en el 2012 “Las Horas”(editorial Quadrivium),

* Aprendí poco a poco y jugué mis bazas, haciendo del milagro un triunfo: en 2012 “Calafell” (Sabara Editorial)

* Recuerdo que sí que me gustaban Janis y Jimmy, aunque tal vez murieron demasiado pronto, héroes vencidos de un juego al que nunca supe jugar y eso que en la ruleta he aprendido a perder hasta las esperanzas:también en 2012“Bares” (Ediciones del cuatro de agosto) ,

* He visto el mar sangrando en el atardecer, en ese instante soy solo una palabra más:”El buril y la piedra” (La fragua del trovador) en el 2013,

* Detrás de una pausa y el silencio vendrá la eternidad; un lugar sin más medida que la infinita espera: en 2014 ”Silencio (por favor)” ( Ediciones Lastura) ,

* Ven a mi cama, hay pendientes entre las sábanas viejas cuentas, en la bañera pondremos agua caliente. Mientras suene la música todo irá bien: en 2014, “Poemas de la incertidumbre” de editorial La isla de Siltolá,

* Es parte de la vida este deshacerte en cada instante, casi morir por todo lo que cae sobre tus hombros y al poco, darte cuenta que el mundo sigue y tú no eres nadie que importe en él:otro más en 2014 “La armonía en el vuelo de los pájaros” (La fragua del trovador)

* Me vence el púrpura, su veneno, el afán de frontera de mi costado, el silencio como tela de araña, un murmullo a veces inédito, a veces cierta belleza del océano: en el 2015, “Albada” ( Ediciones Lastura)

* Soporto este camino, esta herida desde la niñez y tengo guardado dentro el sonido de los viejos muebles muriendo: la plaquette “La caja de música” (Herradura oxidada) el 2016

* y “A plena luz” ( Ediciones Lastura) el 2017, antología de su obra entre 2008 y 2015, en la que Nacho Escuín dice que Fernando Sarría ha roto la barrera de la estética, genérica, de los públicos, lo ha roto todo –por fortuna- y a ver ahora quién puede devolver “las cosas a su sitio”, ni maldita la falta que nos hace.



LOS DÍAS CONTADOS:



Al escuchar o ver el título de este poemario, se nos pueden venir a la cabeza ideas relacionadas con una cuenta atrás, con el fin de algo, tal y como pasa en la novela homónima de Miklos Banffy, sobre la caída del imperio húngaro, la película “Días contados” (de Imanol Uribe, basada en la novela del mismo título, de Juan Madrid; aunque también hay una película chilena y otra argentina, con este mismo título).



Los días contados de Fernando Sarría son contemplaciones, sensaciones hechas poema, momentos efímeros que el poeta hace eternos para deleite de cada lector que se adentre en el universo poético de Fernando.



Y es que la palabra, y en muchas ocasiones el silencio, son capaces de hacer evidente lo que la mirada percibe y darle la importancia que casi nunca damos a lo observado, a la observación, participante o no, como forma existencial, como sinestesia de la carne en el verso.



* ¿Por qué Los días contados?

* ¿Contemplar como actitud ante la vida?



Hay un continuo deshacerse en la obra de Fernando, en su poesía, una reflexión incesante en torno al devenir del tiempo, hacia el principio del fin, hacia el final de todos los principios.



* ¿Deshacerse por y para qué?



No es importante la medida de las cosas que de verdad trascienden, al contrario, lo que de verdad merece la pena se mide con el valor de lo eterno, por más efímero que parezca, y así lo grita Fernando. El carpe momentum llevado a su máxima expresión, al deleite en cada instante, a la consumación de ese segundo irrepetible que es vivir.



En la contemplación de Fernando cabe todo lo mortal, todo lo que la palabra y su eco son capaces de materializar.



* Nos hablas de que las sombras se alimentan de silencio ¿háblanos de esta intrigante idea (que por otra parte estoy seguro que compartimos muchos)?



Fernando cuida el lenguaje, lo mima, le da la exquisitez necesaria, porque tan fundamental como el mensaje es la forma en que se expresa, las palabras son los surcos que conforman la realidad, el hecho diferencial con lo intangible. Lo respirable es lo que cobra sentido en cada verso de “Los días contados”.



* ¿Cómo ha sido tu proceso creativo en esta ocasión? ¿Tenías ya la idea clara o ha ido cobrando vida propia conforme la poesía se abría paso?



Hay una contemplación también retrospectiva, la contemplación de lo que habita en la memoria, el recuerdo de cuanto dejó huella, incluso la memoria del olvido, de lo desconocido, hasta la memoria de lo que nunca ocurrió. Esa es la magia de la contemplación del poeta, ese fingidor que decía Pessoa, ese observador que, en ocasiones, es el creador de una realidad paralela, o tal vez, de esa realidad que solo la sensibilidad de Fernando es capaz de sacar a la luz.



* ¿Cuánto de ti, de ese Fernando sin disfraces ni pudores, hay en este poemario?





La soledad es también parte del universo poético de Fernando Sarría, una soledad que no implica necesariamente tristeza o resignación; una soledad, a veces elegida, que le permite hacer un

ejercicio de introspección. Con versos llenos de simbolismo, el poeta nos invita a visitar su mundo interior tanto como ese mundo que observa y del que aprende y se nutre.



* ¿Es la soledad un elemento necesario para la construcción poética?

* ¿Y es esa soledad la que te permite desnudarte de prejuicios y escribir libremente?



Nos habla, nuestro poeta, de la verdad, del miedo a esa verdad, porque quizá esa verdad no es la que daría sentido a la vida, sino más bien la que puede romper en mil pedazos la aparente cordura de la vida.



* ¿A qué verdad tiene miedo Fernando Sarría?



Y, quizá, como parte de esa soledad, la melancolía, esa eterna melancolía que late imperecedera en cada verso de Los Días Contados; una melancolía que, como todo, se disuelve en cada amanecer para volver conforme pasan las horas y se repite la vida de nuevo, como nos dice Fernando, al modo de esas viejas películas en blanco y negro.



* ¿La vida sigue ya un guion escrito?

* Y, por otra parte, ¿Cuánto de cine, de música, hay en tu poesía?



Hay mucho, en mi opinión, en la poesía de Fernando, influenciado por la poesía oriental, por la ubicación de los versos en el espacio tiempo, por la simbología de la naturaleza y, especialmente, de un otoño que todo lo cubre, que todo lo puebla con su armonía cromática y sensorial



* El otoño, y especialmente noviembre, siempre están muy presentes en tu quehacer poético ¿Por qué?



Fernando es consciente de sus contradicciones, de su incertidumbre, de sus temores; de las sombras y las luces, de la noche y su desubicación, de la búsqueda de un norte más allá del propio viaje.



* ¿Hacia dónde camina Fernando Sarría poeta?



Los pájaros, París, Venecia, son parte recurrente en la poesía de Fernando, parte de esa voz propia, clara y contundente, que define a un poeta con denominación de origen propia. El amanecer, el crepúsculo, las horas, la urdimbre… y el silencio. Pero además de sus palabras o conceptos fetiche, Fernando es un investigador incansable, un buscador de palabras, de términos que puedan dar lugar a un verso.



* ¿Por qué esta incesante búsqueda de palabras, de imágenes nuevas?



Llama la atención un mensaje repetido a menudo en este poemario, la ausencia de perdón, un grito desgarrado pronunciando un no hay perdón, o quizá, un silencio resignado hacia lo que no tiene visos de cambiar: la voracidad de la propia vida. Aunque, nos lanza un atisbo de esperanza y nos avisa de que la senda del perdón empieza en los crepúsculos.



* ¿Es la noche, en tus versos, la metáfora del lado oscuro del ser humano?



Es muy interesante la forma en la que se estructuran los poemas, poemas cortos, muy visuales, y todos ellos con un a modo de moraleja final, materializada en un último verso, independiente, separado del resto, pero con una característica común en todos estos últimos versos: una fuerza descomunal, un mensaje claro, un arañazo inevitable en la certeza de cada lector.



A modo de ejemplo uno de los más impactantes: “Estremece saber que la vida es algo entre dos fechas”.

* ¿Era esa la intención de esos últimos versos de cada poema, impactar de forma contundente en la tranquilidad del lector?



También es muy interesante en la poesía de Fernando sus continuas alusiones a la niñez, a la inocencia, a la pureza que se va perdiendo a golpes de calendario; un calendario que nos acerca irremediablemente hacia la muerte, hacia el silencio de las palabras, hacia la oquedad sin tiempo, ni medida, y por ello, hay también en los versos del poeta un canto al carpe momentum, a ese disfrutar el instante como lo que es, único e irrepetible, y quizá… el último.



* ¿Es la muerte una idea con la suficiente hermosura como para dar sentido a tantos poemas o, es otra manera de llamar la atención al lector sobre la vida, sobre el momento, sobre cada instante y su importancia?



Conforme Los días contados llegan a su fin, Fernando va comprendiendo la verdadera y dolorosa sensación de ser hombre, de estar vivo; un hombre a solas con su invierno, a solas con su verdad desnuda, con su tristeza crónica. Sí, porque ya nos ha contado Fernando que no hay perdón, pero la realidad más cruel de esa ausencia de perdón, nos la muestra el tiempo… el tiempo es la máxima expresión de ese no hay perdón.



* ¿Cómo es tu relación con el reloj, tu día a día con el tiempo?



El desasosiego, el miedo a un mañana que sólo sea un clon del ayer, el temor al abandono, la insoportable convivencia con la memoria, y la llegada de la oscuridad, ser un hombre en medio de la oscuridad… y es que, quizá, la esperanza también tenga Los días contados…



Zaragoza, 12 de abril del 2018 en El Sótano Mágico.




martes, 1 de mayo de 2018

Presentación del poemario A plena Luz por María Ángeles Naval








Presentación del poemario A plena Luz por María Ángeles Naval Profesora titular del Departamento de Filología Española,

Area de Literatura Española en Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.



17/10/2017



Buenas tardes. Nos reunimos aquí, A plena luz, para celebrar un éxito. El éxito personal de Fernando Sarría.

Hace aproximadamente nueve años comenzó su vida de escritor Fernando Sarría, Licenciado en Historia del Arte, licenciado con grado, pues elaboró una tesina dedicada a la escultura de los retablos renacentistas de los pueblos aragoneses, entonces bastante desconocidos. Eran los años de la puesta en marcha del Estado Cultural autonómico con el primer gobierno socialista. Eran los ochenta. Fernando trabajaba y estudió la carrera en el muy democrático entonces y recién creado grupo nocturno de la Facultad de Letras. Trabajaba, estudiaba y militaba en Comisiones Obreras. De ahí creo que le viene a Fernando un sentido muy certero de lo que es hacer política. Creo que la política es la segunda pasión de Fernando después de la poesía. El fútbol, también, pero lo está dejando, “se está quitando”, como se dice, y lo tiene bajo control.

Los avatares de la empresa para la que trabajaba y, sin duda, un instinto y una fuerza personal poco comunes, hicieron que Fernando Sarría comenzara su vida de empresario en el sector del hierro y las forjas industriales como comercializador mayorista, primero en Zaragoza y después en otros emplazamientos nacionales. La empresa TEMAR constituyó también su entramado empresarial y creció notablemente hasta la última crisis.

Cuando nuestro licenciado en arte y empresario de éxito iba a frisar la cincuentena decidió que quería emprender un camino vital más íntimo un camino en otra parte, en un lugar que fuera inaccesible, un proyecto vital en ninguna parte. Empezó a construirse una realidad paralela –una doble vida en varios planos que tenían como soporte la escritura y las nuevas tecnologías. Se hizo bloguero y empezó a llevar su doble vida. Como buen experto en ventas, puso en marcha un objetivo de expansión a corto plazo: publicar un libro al cumplir los cincuenta. Un libro como primer paso, primera pieza irrefutable, para la expansión personal, para convertirse en un escritor y en una presencia cultural en la vida literaria zaragozana. A través de la Asociación Aragonesa de Escritores Fernando ha idoconstruyendo una red de actividades, de relaciones, de lecturas, de encuentros de la que nos hemos beneficiado todos y todas. Quiero recordar que la Asociación Aragonesa de Escritores, que ha sido el soporte institucional de la trayectoria de Fernando, el segundo pilar –el primero han sido los libros, los 12 libros antologados en A plena luz- desde el que se ha

construido el poeta que nos reúne hoy. Quiero recordar, decía, que la AAE fue el proyecto de un Viceconsejero socialista, Juanjo Vázquez, y de un escritor bien conocido como tal y como promotor cultural en Aragón, Ramón Acín, para hacer saltar a la literatura aragonesa de los estrechos márgenes de los grupos que venían definiendo las jerarquías de influencia literaria en Aragón desde los años de la Transición. La AAE vino a ampliar los sectores de población aragonesa que tenían derecho a influir en la vida literaria, a intervenir en la vida cultural. Sin duda cuando hablamos del buen momento poético que vive la ciudad estamos hablando de esta apertura y de este ensanchamiento. Las lecturas de poemas constantes en la extinta Campana de los Perdidos, ahora en la Bóveda, los Slam de Adrián Flor, las Noches de Poemia… -y no voy a seguir enumerando porque acabaría dejándome a muchos- son herederos de esta apertura a la que me refiero y por la que Fernando ha trabajado de una manera que hay que reconocerle desde ya y en adelante.

Pero a los poetas les gusta que se hable de sus libros así que quiero enhebrar lo que vengo diciendo con un aspecto de la poesía de Sarría. Fernando es un gran lector de poesía, es un consumidor de poesía y Fernando da a la poesía un uso cotidiano. La necesidad de la poesía se hace evidente en la obra de Fernando Sarría. Cuando digo “necesidad de la “poesía” no me refiero a un concepto filosófico de la necesidad. Me refiero a algo más relevante y más común: la necesidad diaria de la poesía; el uso y abuso diario de la poesía como adicción o como lenitivo; como medicina o como perfume; como acompañamiento o como línea melódica dominante.

Ahí está Fernado Sarría con una escritura más que abundante en su página de Facebook; con la publicación exuberante de poemas propios o ajenos en diferentes blogs; con esa forma de escribir constante, de estar siempre escribiendo poesía, o algo que se aproxima a la poesía, o algo que nos recuerda que hay una forma de estar en algunas horas del día o de la noche que solo se materializa como es debido a través de esas líneas que identificamos como poesía. Fernando al otro lado de su pantalla del ordenador nos recuerda que nos gusta ponernos en modo “poesía” en muchos momentos del día, de hecho, en cualquier momento del día. La superabundancia de la escritura de Fernando tiene que ver con un consumo desordenado de poesía ya sea leyendo a los clásicos, a Borges, a Juarroz, leyendo y publicando a los contemporáneos o escribiendo desordenada y apasionadamente. Creo que la figura de Fernando Sarría representa un hecho del que no somos muy conscientes: somos usuarios, consumidores de poesía y la poesía forma parte extensa de nuestras vidas –no solo forma parte intensa, es decir en algunos momentos, a través de textos canónicos que sirven a la colectividad y representan grados de excelencia reconocidos por una tradición cultural. No usamos la poesía solo por el significado que le damos en las aulas y en los libros de bachillerato.

La obra de Fernando Sarría hace de la poesía el pan nuestro de cada día. Y no la saca solo de Borges o de Neruda. La saca de toda la música pop que lleva en el corazón y de los bares zaragozanos en que se escuchó esa música y de los viajes que ha hecho por Europa como estudiante pobre o como empresario experto en Historia del Arte. También obtiene su poesía de una historia oscura de niño español y huérfano de posguerra, de niño de pueblo, de superviviente urbano, de una historia que compartimos los que nacimos en España hace ya algunos años.

He dicho que la poesía en Fernando Sarría es poesía «de diario», irregular y constante. Es un repertorio de estados de ánimo que identificamos fácilmente y que gastamos en los segundos que duran las hileras de letras en la pantalla. En una palabra, la poesía de Fernando constituye una manifestación absolutamente actualizada y actual de la poesía popular. Si no hay poesía popular, la poesía se muere. Pero este sería otro tema.

Lo que acabo de decir configura el aspecto más evidente de la obra de Sarría y en esta antología se aprecia. El lector encuentra la convivencia de modos líricos heteróclitos y heterogéneos; la asimilación de poéticas que se activan según conveniencia del autor y de manera siempre reconociblecomo poesía para el lector: la poética más romántica del nocturno y los pájaros, el poeta-pájaro, el ruiseñor de Keats; la poética del silencio; la poética hardcore del rock de los bares de finales de los 70; el paisaje y los ritmos del día y la noche; las estaciones; pero sobre todo el día y la noche; las horas, el paso del tiempo; el mar de Calafell, los barcos, el verano, la

partida; y el peso de la cultura, de los monumentos escultóricos y arquitectónicos de la humanidad siempre lacerando al poético turista que somos, que fuimos, que queremos ser.

Fernando nos pone todos los días al alcance de la mano -de los ojos y el ratón- una mentira útil, la que exhibe en esta antología A plena luz, mentira condensada para esa doble vida que llevamos todos los días. La doble vida que Fernando construye A plena luz.



Prólogo del poemario A plena luz escrito por Nacho Escuin









La velocidad y el deseo

Nacho Escuín



La medida de la poesía

Cuando hablamos de poesía, lo primero que viene a la cabeza de alguien es que se trata del género más condensado, hermético, esencial y complejo de cuantos existen. Y suele vincularse también a un proceso de creación lento, preciso, fruto de correcciones infinitas que nunca terminan salvo por la llegada de la fecha límite de meter el manuscrito en imprenta.

Y todo ello es verdad, pero como todas las cosas de la vida, solo parcialmente, o de forma interpretable. En la literatura, como en la vida, supongo, el factor velocidad es el menos importante. Cada uno tiene la suya. Se trata de un ritmo interno que a veces es más o menos rápido entre sí, o entre el resto de individuos. Uno no escribe siempre el mismo número de poemas, ni lo hace de la misma forma en todas las épocas de su vida. Es necesaria la perspectiva y el paso del tiempo para decir si este o ese autor escribió mucho o poco, o si fue verdaderamente interesante su obra sea esta de la extensión que sea.

Nadie a estas alturas se plantea ya si la obra de Shakespeare o Lope es de cantidad adecuada. Nadie en su sano juicio se plantearía ya si es más importante la obra de un poeta por ser más o menos cuantiosa, y con esto no debemos confundirnos con el término contenida. La poesía puede ser más o menos precisa, estar más o menos cuidada, sea cual sea el volumen escrito, sea cual sea la naturaleza del propio poema, y más en unos tiempos en los que hemos asumido que los géneros han difuminado sus límites y conviven en un espacio llamado literatura.

Solo son asuntos menores estos, clichés conversacionales en los círculos poéticos que bien poco tienen que ver con la propia poesía. A fin de cuentas cada poeta escribe lo que tiene que escribir, de la misma forma que los versos miden lo que tienen que medir.

¿Y por qué todo esto? Pues bien, porque a veces es necesario decir algunas cosas que aparentemente nada tienen que ver con las cosas que importan, o quizá sea porque para hablar de las cosas que importan primero hay que lanzar al aire lo más lejos posible aquello que no merece la pena ni mencionar. Y también porque a veces es necesario esbozar el paisaje antes de adentrarnos en la delimitación de uno de sus elementos. A fin de cuentas, vamos a hablar de poesía y esto es, en el fondo, como hablar de la vida.


La poesía aragonesa vive su verdadera edad de oro. Así de taxativo puede afirmarse, así de contundente puede defenderse que tanto en cantidad como en calidad nunca Aragón ha gozado de tanta poesía y tan interesante en su territorio. Esto se debe a esos milagros que la cultura arroja de vez en cuando y a la importantísima labor de todas las partes del sector involucradas: autores, editores, libreros, distribuidores, críticos y agentes culturales. Además, hay un elemento extraordinario que facilita esta situación, la buena sintonía reinante entre los poetas de las diferentes generaciones. La herencia poética de la generación del Niké permanece más viva que nunca y entre los jóvenes poetas no es nada extraño encontrar citas y versos reescritos de Miguel Labordeta, Fernando Ferreró o Julio Antonio Gómez. Además, la figura con más trascendencia en la vida poética en Aragón, Ángel Guinda, ha servido de nexo entre las generaciones proporcionando a unos y a otros los nexos para relacionarse vitalmente y poéticamente. No es nada extraño encontrarse reunidos tras una mesa después de la presentación de un poemario a diferentes referentes generacionales de la poesía en Aragón, con absoluta normalidad.

En ese panorama, en esa fotografía que representa la aceptación y el respeto a las poéticas anteriores y por parte de los poetas mayores de las poéticas más jóvenes emergen algunas figuras que lo han fomentado y lo han hecho posible. Me refiero a aquellos que además de escribir y leer o, en el orden que queramos, leer y escribir, aquellos que van a las presentaciones y compran los libros, aquellos que editan… a todos esto hay que sumar los casos excepcionales: aquellos capaces de hacer todo lo anterior y además coordinan ciclos de lecturas.

La poesía, a pesar de la imagen que pueda tenerse desde fuera, está repleta de gente generosa que se esfuerza en hacer posible lo imposible, en luchar para que haya espacios que la poesía ocupa y ya no abandona. Y en medio de ese panorama hay una figura que emerge de un tiempo a esta parte en nuestra Zaragoza gusanera. Se trata de un grandullón al que veíamos apoyado en las barras de los bares donde hace más de diez años empezamos a soñar con una Zaragoza poética como la que ahora tenemos. Era tímido y acompañaba a alguno de los poetas más reconocidos de nuestro panorama nacional. Después supimos que escribía. Participó en alguno de esos recitales colectivos en lugares que son ya memoria de nuestros trasuntos literarios: el Páramo, la Caja tonta, Desafinado, Interferencias… Y después comenzó a publicar libros, a ganar premios, a estar detrás de muchas de las cosas estupendas que pasaban en Zaragoza, llegó a la Campana de los perdidos y la cambió para siempre, y… sí, se trataba de Fernando Sarría.

Hablar de poesía no es solo hablar de buenos poemas. En algunos casos también hay que detenerse para decir todo aquello que hacen algunas personas para que otros puedan tener un terreno más favorable desde el que escribir y leer buenos poemas, si es que son capaces de escribirlos y leerlos, claro. Merece la pena escribir unas líneas de agradecimiento eterno a quien ha puesto mucho de su tiempo y de su vida al servicio de los demás; a quién generó la mayor antología de poesía que se ha hecho en nuestra comunidad gracias a su Crepusculario; hacia quien creyó en los blogs cuando no sabíamos qué era eso, o quien hizo de Facebook un arma de difusión masiva de la poesía, propia y ajena.

Hablemos pues de poesía.



La medida de Fernando Sarría

En el año 2008 el nombre de Fernando Sarría apareció en las mesas de novedades de las librerías de nuestra comunidad y algunas de las librerías más curiosas de España, de la mano de una pequeña y caótica editorial, Eclipsados, que puso más voluntad que medios para que la poesía de Sarría fuera conocida. En muy poco tiempo El error de las hormigas se convirtió en un acontecimiento en nuestra ciudad. Recuerdo, incluso, que algunas personas se desplazaban desde otras ciudades para que pudiera el autor firmar ejemplares tanto en el Día del libro de aquel año como en la posterior Feria del libro de Zaragoza.

Fernando Sarría había conseguido llevar la poesía a una nueva dimensión en cuanto a su difusión: manejaba bien las redes y al mismo tiempo había sembrado muy bien el terreno poético aragonés. El error de las hormigas se convirtió pronto en un libro importante de la poesía escrita desde Aragón, y convirtió a Fernando Sarría, hasta ahora observador de lo que los demás hacían, en parte de ese ingente grupo de poetas que comenzaban a lucir dentro y fuera de nuestra comunidad.

Sarría comenzaba a mostrar algo de lo que iba a ser su estética: la delicada figura de la experiencia bien contada, el lenguaje propio de una época y unos referentes cargados de presente y actualidad, la persecución del deseo, el soniquete de una banda sonora llena de cantautores o trovadores modernos, y una innata facilidad para adquirir marcas estéticas de los grandes poetas de la historia y hacerlas propias en sus versos.

Después llegó El Alhaquín (2008), a través de un accésit logrado en el ya extinto Premio de la Delegación del Gobierno de poesía. Dos cosas afirmaba este libro: Fernando Sarría había llegado a la poesía para quedarse y nadie sabía quién era Fernando Sarría poéticamente.

Diría que el libro causó sorpresa. Diría también que algo de admiración entre sus semejantes, pero eso nunca lo reconocerá casi nadie. El poeta había mutado estéticamente en un estilo contenido, cercano al aforismo, certero y frío como un témpano de hielo que atraviesa la noche. Y había esbozado acaso el rasgo estético que nadie esperaba: ser muchos poetas en una misma persona.

Tuvieron que pasar dos años hasta la reaparición poética en las librerías de Fernando Sarría, y eso hablando como hablamos de este poeta y su ritmo poético y personal, pareció una eternidad. Todas las mentiras que te debo (2010) evocaba en esta ocasión, a aquellos poetas de largo aliento, de verso encabalgado hasta el infinito y ritmo prosaico. Se diría que el poeta contenido ahora se había desatado y se había dejado llevar por la ciudad y el peso de los pies sobre el asfalto, los semáforos, los bares con música de moda y las terrazas donde la vida pasa y se va, como se va el verano y el poema.

Hasta este instante, el poeta y yo habíamos cantado juntos.

Babel en las manos, libro publicado por Olifante en 2011, elevó la voz de Sarría a otros lugares y se convirtió ya, de alguna forma, en un poeta canónico.

Pero ¿qué es eso del canon? Pues bien, podríamos decir que esa medallita que uno recibe cuando un poeta es habitual en los recitales aragoneses, habitual en las mesas de novedades, habitual en los suplementos literarios y programas de televisión (en el también ya extinto Borradores, acaso el mejor esfuerzo por acercar los libro a la televisión que realizó Antón Castro) y, finalmente, habitual en toda antología de poetas aragoneses que se precie. Fernando había llegado hasta allí, pero eso no era suficiente, quizá no era ni el principio.

Babel en las manos mostraba un poeta más intelectual, culturalista, incluso. Llenó de referencias sus textos sin perder su habitual ternura poética, confeccionando así un dolce estil novo en su ya rico taller creativo. Sarría daba un salto más sobre el alambre y el texto mostraba a la vez el mismo poeta de siempre pero envuelto en referencias de todos los ámbitos, multicultural, postmoderno, postsarría.

Las horas (2012) supuso una tesela más en esa obra total que el poeta iba construyendo paso a paso. Quizá en esta ocasión la transición hacia un nuevo poeta fue más suave, más moderada y veneciana, más novísima o afectada por las ruinas de Itálica, marcada por un lirismo cultural bello como un museo de cera o un lugar en el que llorar, llorar y llorar. La mayor novedad estética y formal fue la aceptación de la oda como fórmula habitual del poema, la consolatio, y cierta melancolía y nostalgia de aquel tiempo pasado que fue mejor, o siempre será recordado como mejor. La memoria tiene eso, es capaz de maquillar, es selectiva, es solo la sombra de lo vivido.

En ese mismo año, Fernando Sarría publicó un segundo episodio poético, Calafell. Este, hasta la fecha, es su libro más filosófico. Del mismo modo que había sorprendido anteriormente con formas de decir que nadie le suponía, Sarría reflexiona ahora asentado en su propia vida sobre el dolor y los recuerdos. La infancia, la noche pausada y silenciosa que lo atrapa todo, conversan con su yo anterior, aquel que fue feliz y triste y tuvo que ser demasiado maduro para ser niño y demasiado niño para que la vida no dejara ya para siempre alguna cicatriz imborrable.

2012 debería llamarse en los calendarios poéticos “el año Sarría”. En agosto, al margen y clandestino, como la buena poesía tiene ya la costumbre de reunirse en Logroño a la vera de Beltrán, Cabezón y San Román, entre otros, el poeta firmaba el que, a mi juicio, es su mejor libro: el vibrante Bares, donde el ritmo más frenético, los referentes más auténticos y toda su ternura –que es infinita- conviven.

Fueron los avatares editoriales, sin duda, los que llevaron al poeta a este “exceso”, a esta orgía de poemarios publicados. El orden de la edición de los libros de poemas no supone una sincronización con el momento o el orden en el que fueron escritos. Los devenires de las editoriales independientes hacen que, en ocasiones, un libro esté pendiente de edición varios años y el azar lo haga coincidir temporalmente con un trabajo mucho más moderno. Pero en la obra de Fernando Sarría esto no es un problema. El poeta publica sin miedo a hacerlo, se mantiene aislado y sin mostrar demasiada atención a este detalle. Escribe, escribe mucho. Vive, vive mucho. Publica siempre que puede y cuando puede hacerlo, y construye a su ritmo una obra poética en la que se dan acontecimientos como los citados, pero que bien podrían no haberse dado.

Sin duda el 2012 fue un gran año que nunca olvidaremos.

El buril y la piedra vio la luz en 2013. Este libro pudo haber despistado a los lectores que no conocían el proyecto poético de Sarría y su ritmo. De alguna manera este poemario suponía una vuelta a la reflexión calmada, a una poética contenida. También planteaba la importante novedad del distanciamiento del yo ante el poema. Por un momento la autobiografía de ficción o la ficción experiencial parecían languidecer dando paso a una depurada visión en perspectiva de las verdades del mundo, para desde ellas desvelar las propias verdades.

El poeta buscaba respuestas que pudieran ayudarle y que pudieran guiar también a sus lectores por las profundidades de una poética llena de preguntas. Sarría se mostraba como un autor con el tono de quien emprende una búsqueda de una nueva voz, de un nuevo poema. De todas las cosas que se pueden decir acerca de este poeta y su poesía, creo que la más certera e indiscutible es su inmensa sed poética, su necesidad de beber sin parar de diferentes fuentes para construir luego sus propios versos, y su inmensa necesidad de renovarse a cada libro.

Silencio (por favor) fue un estupendo libro publicado en 2014, aunque, a mi juicio, de título poco afortunado. Nombrar el silencio no es hacer poética de silencio, aunque algunos lo crean, pero esa segunda parte del título empujaba más al lector a pensar que se trataba de una parodia poética de estos textos que de un libro tan enjundioso y potente como este. El silencio y su presencia en los poemas es uno de los clichés habituales en la poesía contemporánea y Aragón, reflejo de ese crisol estético actual, presenció cómo algunos de sus poetas se lanzaban a intentar seguir los pasos de Valente o de sus semejantes. Sarría, de nuevo, no ofrece solo una relectura estética, consigue hacer una versión intransferible de lo leído, convirtiéndolo a través de su habitual todo en una oda al silencio acelerada, ruidosa, si se me permite, pero majestuosa y atinada.

Es probable que este sea el libro más complejo en la obra del poeta. Y me aventuraría a decir que es uno de los mayores ejercicios de riesgo estéticos acometidos por él, y hablando de Fernando Sarría eso es mucho decir.

Llegaba en 2014 Poemas de la incertidumbre, un libro lleno de referentes universales y el regreso del poeta más “canalla”. La verdad es que adoro la manera de escribir de Fernando Sarría cuando se desata, cuando es capaz de reírse de la supuesta seriedad de la poesía, de la mística que se genera en torno a su escritura y al supuesto talento otorgado por los dioses. La poesía es para Fernando Sarría algo habitual. Creo que debemos destacar y aplaudir el enorme ejercicio de normalización que no solo ejerce como poeta si no también como lector, gestor de eventos culturales, etc. Porque una vez más la poesía es como la vida, y detrás de un ser bondadoso, cariñoso, tierno, divertido y un poco canalla, sus poemas, si son de verdad, serán como él mismo.

Ahora que no tenemos prisa, y nos encontramos conversando tú y yo un poco antes de que despedaces esta antología. Ahora que tenemos algo de tiempo para pensar acerca de lo que supone todo esto, de lo que parece no importar pero es finalmente lo que más importa, de aquello que no es solo poesía pues es vida pero también literatura, de lo que emerge de lo más profundo y de lo que los demás han escrito –ladrón que roba a un ladrón- o han vivido o dicen haberlo visto. Ahora que Cohen ya no está y Dylan es dios y su arcángel Patty le hace el trabajo sucio (como aquel verso fantástico de Iribarren iniciando la antología de Wolfe), ahora que los tiempos ya han cambiado, ejercicios de este tipo son necesarios para acercar la poesía a todos los públicos, a todos los lectores posibles. Fernando Sarría ha roto la barrera estética, genérica, de los públicos, lo ha roto todo –por fortuna- y a ver ahora quién puede devolver “las cosas a su sitio”, ni maldita la falta que nos hace.

La armonía en el vuelo de los pájaros (2014) es una declaración explícita de su gusto por el poema en prosa, por la búsqueda incansable de nuevos referentes, como Roberto Juarroz. Es un libro que se abre ante el lector como un desierto. Ejerce la misma fuerza de atracción y la seguridad de que el trayecto estará lleno de preguntas sin respuesta y pasos perdidos sin dirección. Un jardín que anuncia la llegada de la primavera y su futura belleza, y la terrible duda de si seremos capaces de llegar a observarla. La música de la verdad, la muerte y la ausencia. La canción que define a un hombre.

Otra canción, La albada, fue publicado en 2015. Este es el último poemario recogido en esta antología, aunque todos sabemos que no es el último poemario escrito en esta época y que, a buen seguro, aparecerá cuando sea posible, donde sea posible. Se trata de un poemario de quien ha entendido que pasar de largo es una buena manera de atravesar la noche y ser la noche. Es ese soniquete que todos canturreamos cuando aceptamos que estamos vivos y que vivimos la vida que deseamos vivir. Es un libro lleno de deseos, de sueños que se cumplirán o no pero que habitan y alimentan la imaginación de quien sabe que en cada poema está la salvación, y en cada verso la propia vida.


Y todo esto es esta antología. Un buen puñado de poemas de un buen puñado de libros. Invito a todos a dejarse llevar por el ritmo frenético y huracanado de una poética fascinante, ecléctica, explosiva y tierna, dura y dulce como solo la propia vida lo puede ser. Esta es la esencia de un poeta, de quien ha sido capaz en unos pocos años de condensar toda la poesía que cabe en su interior, que es mucha. De quien ha escrito como ha vivido, de quien sabe que el verso es solo fácil para quien tiene facilidad, de quien nos ha regalado horas de poesía y reflexión. Es momento de abrir la antología, de buscar luego cada uno de los libros, estoy seguro de que vais a descubrir a un gran poeta que sueña con grandes poemas y los escribe, con grandes libros y los pública, ¿o no?





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